Seis cacerías del zorro del Club Alemán en San Isidro
 
En mayo de 1922, el Club Alemán de Equitación realizó en San Isidro una cacería del zorro en honor del Club Hípico Argentino.

A Carlos Moll se le confirió el honor de desempeñar el papel de zorro, por ser uno de los más diestros jinetes del Club Alemán. Ese distinguido sportsman montó un brioso tobiano. El señor Alfredo Pass fue nombrado maestro de ceremonias de la cacería; el general Carlos J. Martínez resultó elegido director honorario de la misma. Tomaron parte activa en la caza del zorro el mayor Martín Gras, el doctor Arturo F. González, la señorita Lottie Sporleder y don Martín Mayer, presidente honorario del Club Alemán de Equitación, que, a pesar de sus muchos años, jineteaba como un muchacho. El mayor José Sierra cazó al zorro. El teniente coronel Agustín P. Justo y el profesor alemán doctor Max Nonne, fueron algunos de los invitados especiales de aquella partida de caza.


En junio de 1922 se realizó en San Isidro una interesante cacería del zorro dirigida por Alfredo Pass. El filme que se tomó de esta cacería organizada por el Club Alemán de Equitación en honor del Club Hípico Argentino fue exhibido en un salón de la porteña calle Moreno 1059, a las nueve de la noche de los días 12 y 15 de junio de 1922.


En mayo de 1923 el Club Alemán de Equitación efectuó, en San Isidro y Tigre, la vigésima octava cacería del zorro en honor del Club Hípico Argentino.

La fiesta de equitación se desarrolló en un ambiente de cordialidad y alegría. Al mayor Sierra le correspondió el honor de dar caza al zorro. El señor Martín Mayer resultó el más anciano de los jinetes de la fiesta.


En la mañana del domingo 14 de octubre de 1923 el Club Alemán de Equitación realizó la trigésima cacería del zorro, después de haber sido aplazada el domingo anterior a causa de la lluvia. Junto a numerosos militares del Ejército argentino participaron socios del club organizador y de los clubes Hípico Argentino e Internacional de Equitación, entre los que figuraban varias amazonas de destacada actuación en los concursos hípicos porteños. Los civiles vestían traje de saco colorado o levita negra, pantalón blanco y sombrero duro.

La estación Martínez del ferrocarril era el punto de reunión para los que seguirían el desarrollo de la prueba. Ya mucho antes de las nueve de la mañana pudo advertirse en ese lugar un movimiento poco común, motivado por la llegada de los jinetes y de los automóviles y trenes que traían a los aficionados a esta clase de torneos. Poco después de las nueve y media los concurrentes se pusieron en marcha en dirección a la estación Munro, lugar en el que debía iniciarse la prueba. Las familias allí congregadas seguirían el desarrollo de la cacería en automóviles, pero debieron abandonar su intento a poco de iniciada la misma, a causa de las irregularidades del terreno elegido para que ella se llevara a efecto y al mal estado en que se hallaba éste en algunos sitios, a consecuencia de las lluvias caídas por entonces. La cacería se realizó dentro de un área que abarcó pintorescas fincas de los alrededores de la estación Munro del ferrocarril, en las cuales, además de los obstáculos naturales que poseen, tales como zanjas, troncos de árboles y pequeñas lagunas, habían sido colocadas vallas y otros objetos con el propósito de que los jinetes pusieran en evidencia su pericia en el arte de la equitación.

Una vez que llegaron al lugar donde debía darse la orden de partida, el maestro de cacería, don Alfredo Pass, dio orden de alinearse a los que tomarían parte en la prueba, quienes alcanzaron al número aproximado de treinta, y éstos se colocaron a una distancia de ochenta metros de don Rodolfo Walser, que actuaría como zorro. A poco de comenzar la cacería, tres cazadores se destacaron del grupo y fueron éstos el mayor Sierra y los señores Katzenstein y Moll. A pesar del violento tren que imprimieron a sus cabalgaduras, no conseguían acortar las distancias que los separaba del zorro; quien, dando muestras de una pericia notable, lograba mantenerse en inmejorables condiciones, conservando siempre la ventaja inicial. Los numerosos charcos de agua eran cruzados por las amazonas y los caballeros a toda carrera, motivándose así agradables incidencias, pues a pesar de mantener éstos su atención en la prueba, se hacían los más risueños comentarios por las variantes de la lucha. Más de una vez fue puesta a prueba la maestría de las damas que cabalgaban, al salvar un obstáculo, dando así una muestra de la facilidad con que conseguían que sus caballos obedecieran a sus riendas y la elegancia con que efectuaban los saltos de las vallas. La dirección que tomó el zorro fue la del este, seguido siempre de cerca por los jinetes antes mencionados, pero al llegar a la calle que cruza al oeste de la estación Munro, límite establecido para la cacería, pudo advertirse que una amazona de las que marchaban inmediatamente detrás de ellos, la señorita Olga Erichsen, avanzó resueltamente y acercándose al zorro con toda rapidez, logró arrancarle de su brazo derecho la cola que llevaba prendida. La forma rápida con que la intrépida amazona realizó esta acción fue premiada con prolongados aplausos por los concurrentes, siendo poco después obsequiada con una hoja de roble, que simboliza la piel del zorro.

La alegre caravana se puso en marcha hacia el Parque Hotel de Vicente López, donde se sirvió un lunch para la concurrencia. En ese local esperaban a los participantes en la cacería, gran número de familias, repitiéndose a la llegada las manifestaciones de júbilo al tenerse noticias del triunfo de la señorita Erichsen. Era esta amazona vastamente conocida en los círculos hípicos, por la brillante actuación que ha tenido en los concursos en los que ha figurado como participante y, agregó, con ese triunfo, uno bien merecido a la larga serie de los que contaba en su haber. Entre las señoras y señoritas que tomaron parte en la cacería, se encontraban las señoras de Wernicke, Bader y Villamil y las señoritas Groeger, Maldonado y Olivera. Es digno de hacer notar la presencia del presidente honorario del Club Alemán de Equitación, don Martín Mayer, quien a pesar de lo avanzado de su edad siguió el desarrollo completo de la cacería como un consumado jinete.


El domingo 29 de mayo de 1927, las autoridades del Club Alemán de Equitación abrieron la temporada de concursos hípicos con la realización de la trigésima sexta cacería del zorro. Desde temprano comenzó la concentración de jinetes en la estación Olivos y poco después de las diez salió la caravana rumbo a San Isidro, pasando por Villa Adelina, Villa Rita, Campos de Rolón y, finalmente, las Lomas de San Isidro. En el trayecto debían poner a prueba su pericia, salvando muchos obstáculos naturales y artificiales, lo que constituyó uno de los mayores atractivos de la excursión.

Don Alfredo Pass actuó como director de la cacería. La batida final del zorro, que lo era don Carlos Moll, tuvo lugar en las Lomas de San Isidro, siendo la señorita Máxima Merlini la que consiguió despojar al zorro de la insignia, poco antes de llegar a la meta. Luego los concurrentes se dirigieron al Hotel San Isidro, donde se sirvió un almuerzo. Terminado éste, la concurrencia se consagró a los placeres de la danza, transcurriendo las horas alegremente hasta pasadas las siete de la tarde.

El Club Alemán de Equitación ha obtenido un rotundo éxito con esta reunión hípica, por el entusiasmo que demostraron los jinetes y amazonas concurrentes.


Organizada por el Club Alemán de Equitación en honor del Club Hípico Argentino y de la Asociación Deportiva del Comercio, se realizó en San Isidro la cuadragésima primera cacería del zorro en julio de 1929.

El señor Schlottmann ofició de director de la cacería. Al señor Carlos Moll le correspondió el papel de zorro y no fue atrapado. Junto a un numeroso grupo de militares, el señor Uhlitzsch, su esposa y la señorita de Salomón son algunos de los jinetes que actuaron en esta excursión cinegética.

En San Isidro, a comienzos de la primavera, se repetía una tradición social y deportiva: la cacería del zorro, organizada por los clubes hípicos Alemán y Argentino. Los participantes se alojaban en el Hotel San Isidro, donde se cambiaban y concentraban, saliendo a caballo hacia Las Lomas de San Isidro, donde se desarrollaba la competencia. Una vez terminada ésta, regresaban al lugar de partida a festejar y descansar. Para los sanisidrenses era todo un acontecimiento ir a ver a las amazonas y a los caballeros vestidos con la indumentaria inglesa.

El hotel se encontraba en pleno centro de San Isidro -esquina sur de 9 de Julio y Chacabuco-, ocupaba tres cuartas partes de la manzana comprendida por las calles 9 de Julio, Chacabuco, Belgrano y Acassuso, teniendo su entrada principal sobre la primera de las nombradas. Fundado en 1868 por los hermanos Armando y Enrique Vignolles, entre 1919 y 1928 fue administrado por Bonifacio Lanzavecchia, socio en el célebre Armenonville de Buenos Aires. Decorado en estilo renacentista, con arañas de bronce y cristal, escalinatas de mármol, salamandras, y pérgolas en su jardín interior. Con capacidad para doscientas personas, contaba con departamentos privados, buena cocina, comedor, bar, billares, orquestas y todo lo necesario para el bienestar de sus huéspedes.

Fuente: HERNÁN A. MOYANO DELLEPIANE, “Cacerías del zorro en los pagos de la Costa y Las Conchas”, Revista del Instituto Histórico Municipal de San Isidro, n° 21, San Isidro, agosto de 2007, pp. 46-48 y 53-54; “Otras cacerías del zorro en los pagos de la Costa y Las Conchas”, Revista Cruz del Sur [ http://www.revistacruzdelsur.com.ar ], n° 5, Buenos Aires, noviembre de 2013, pp. 255-257


Nuestra foto lleva el siguiente epígrafe: “Cacería del zorro”, Fray Mocho, n° 900, Buenos Aires, 23 de julio de 1929. En este número del mítico semanario figuran varios de los jinetes y amazonas que participaron en la reunión venatoria de julio de 1929, todos fueron fotografiados frente al Hotel San Isidro.