Los Ferrante, familia noble de la Baja Italia, por Alberto N. Manfredi (h) para
 
Dentro del elenco de familias nobles y notables del antiguo Reino de Nápoles y las Dos Sicilias, destaca de manera especial la casa Ferrante, poderosos señores de Molise y la Campania a los que el comendador Giuseppe B. di Crollalanza describe en su célebre Dizionario Storico Blasonico delle famiglie nobili e notabili italiane, como una familia patricia y feudataria que alcanzó brillo y prestigio por los altos oficios de magistratura que desempeñaron sus miembros. La misma fue investida de poder feudal sobre los territorios de Torre Padula, Cordiglione y Ruffano y el 30 de diciembre de 1752, fue incorporada con título marquesal a la nobleza de Trani, ceremonia que tuvo lugar en la sede del Arzobispado de esa localidad, quedando en consecuencia, inscripta en el Registro de Plazas Cerradas del reino. La Orden de Malta hizo lo propio en 1797.

Crollalanza describe su escudo de la siguiente manera: sobre campo de azur, una herradura de oro puesta en banda (en algunas ocasiones coronada en el mismo color), la misma que aparece también en uno de los dos cuarteles en que se dividen las armas de los Ferranti de Cingoli, por lo que podría suponerse poseen ambas un origen común.


Armas de los Ferrante de Ruffano. La herradura de oro es común en los escudos de todas las ramas



Escudo de los Ferranti di Cingoli. Se observa la herradura Ferrante, lo que lleva a suponer un origen común


Los Ferrante se establecieron en diversas comarcas del reino napolitano, dando origen a varias ramas, las principales en Civita d’Antino, Campobasso, Ripalimosani, Trani, Nápoles y Ruffano aunque también se asentaron más allá de las fronteras de aquel estado, como Valmontone (Lacio), Roma, Alvito, Civitella Roveto y Morino.

Hacia 1819, el marqués de Ruffano, Angelo Matteo Ferrante, litigaba con las comunas de Portici, Salice y Faroleto, por ciertas tierras que había usurpado indebidamente y que los mencionados municipios reclamaban como propias. El conflicto desencadenó en demanda, permaneciendo las mismas en poder del noble hasta 1830, cuando le fueron expropiadas por decreto comunal. Su hijo y sucesor, Matteo Gennaro Ferrante, apeló el fallo, pero el mismo le fue adverso y finalizó con la victoria del gobierno local.

El marqués Stanislao Ferrante aparece mencionado junto a otros nobles en el acta-documento por el cual D. Alfonso de Borbón, conde de Caserta, renuncia a sus derechos sobre el Reino de las Dos Sicilias para pasar a formar parte de la Casa Real de España (1). En años posteriores, esta importante rama incorporó al apellido el nombre de la localidad, figurando, a partir de entonces, como Ferrante di Ruffano. Otras casas feudales que señorearon en la región fueron los Ruffa, una rama de los Colonna, los Antoglietta, los Falconi, los Filomarino y los Brancaccio.

Numerosos castillos estuvieron en poder de los Ferrante por aquellos años, entre ellos el de Brancaccio, en cuyos pórticos se halla esculpido el escudo de armas de la familia y el de San Basilio, hoy punto de referencia de la provincia.


Vista parcial del castillo de San Basilio, propiedad de los marqueses Ferrante desde 1830


La Casa Ferrante de Civita d’Antino

Oriundo de Valmontone, localidad situada a escasos kilómetros al sudeste de Roma, Domenico Ferrante, cabeza de esta otra rama, se estableció en Civita d’Antino, al sur de los Abruzzos, muy cerca del límite con Molise. Domenico tuvo que abandonar su tierra de nacimiento en la segunda mitad del siglo XVI, debido a su fuerte oposición a la autoridad pontificia, atravesando las montañas que dividían los estados papales del Reino de las Dos Sicilias con sus familiares y séquito. De ese modo, luego de errar durante un tiempo por esas alturas, se detuvo primeramente en Rendinara y después en Civita d’Antino, donde comenzó a adquirir propiedades e incrementar su poder.

En ese lugar vino al mundo su hijo, Ferrante Ferdinando Ferrante, muerto en 1661, poco después del deceso de su hijo Pietro, fallecido a los 51 años, en el mes de mayo de aquel año. Ferrante Ferdinando fue quien donó a la iglesia y convento de Santa María Magdalena (hoy desaparecida), un altar dedicado a la Santísima Concepción en el que destacaba una bella pintura atribuida al artista napolitano Pietro Stanzione (1585-1656). Frente al mismo fue construido el sepulcro familiar en el que hoy yacen los principales miembros de aquel linaje.

Efectuando un salto en el tiempo, en los primeros años del siglo XVIII, el sacerdote Stefano Ferrante mandó construir la capilla dedicada a la Santísima Concepción, contigua al palacio de la familia, luego de comprobar el estado ruinoso en el que se encontraba la iglesia a la que su abuelo le había hecho tan importante donación.

De aquel templo y su convento se puede decir que todavía se hallaba en pie en 1663, cuando fueron visitados por monseñor Mauricio Piccardi, obispo de Sora y que su progresiva destrucción acaeció en los años siguientes, aunque no se conoce con exactitud la fecha. Eso sí, en noviembre de 1711 todo era ruinas y escombros, tal como lo dejó asentado el padre Pietro Parente durante la visita pastoral que le hizo al abad Nicola Celli.

Debido a ese estado de abandono y miseria, los Ferrante se ocuparon de trasladar el altar y la pintura a la capilla familiar y allí permanece hasta hoy, para bien del patrimonio histórico y cultural de la humanidad. Bajo ese altar, fueron depositados a comienzos del siglo XVII, los restos de San Lucio Mártir, otorgado en patronato a aquella estirpe por el Papa Pío VII y eso lo convirtió en punto de atracción y peregrinación.

Fue otro sacerdote, Giuseppe Ferrante (1682-1754), quien obtuvo del Papa Clemente XII el reconocimiento de “altar privilegiado para la capilla de la Santísima Concepción” en 1735 y su pariente, Filippo Ferrante (1687-1781), el que procedió a ordenar los trabajos de ampliación del lugar (1761).

Aniceto Ferrante (1823-1883), fue obispo de Gallipoli, brillando, además, como ilustre literato. Otros dos miembros de la familia, Domenico (1752-1820) y Francesco Ferrante (1755-1815), destacaron en el campo de la arqueología, debiéndole Civita d’Antino al primero, buena parte de los estudios que se efectuaron en sus principales monumentos así como la localidad de Luco dei Marsi, se los debe al segundo.

Domenico Ferrante es considerado el primer arqueólogo de Civita d’Antino luego de descubrir y analizar la numerosa documentación epigráfica del distrito, la misma que estudiaría, descifraría y clasificaría años después el gran historiador alemán Teodoro Mommsen, Premio Nobel de Literatura por su monumental Historia de Roma. A Francesco, por otra parte, se le deben los hallazgos de la antigua ciudad prerromana de Angizia, próxima al lago Fucino, que hoy constituyen uno de los tantos atractivos de la región.

Domenico Ferrante fue consultado por el sacerdote y abogado Domenico De Sanctis, cuando en 1784 éste escribió su célebre Dessertazione Terza. Città e Municipio ne Marsi, sin necesidad de visitar la región. A raíz de ello, escribió el ingeniero Francesco Di Cesare: “Si después de tantos siglos vuelve a revivir en la memoria de los hombres esta Ciudad y Municipio de Marsi, es sólo por obra de Domenico Ferrante…”.

Un sobrino de ambos, Filippo Ferrante (1783-1845), siguió los pasos de sus tíos, efectuando nuevos e interesantes hallazgos.

Tanto el nombrado Mommsen, amigo de la familia, como el historiador jesuita Raffaele Garrucci, tuvieron palabras de elogio y admiración para Francesco y Domenico Ferrante, debido a la enorme contribución que hicieron a la historia y arqueología regional.

Filippo Ferrante tuvo un hijo llamado Giacinto (1829-1868), que fue alcalde (sindaco) de Morino, así como Antonio Ferrante (1786-1869), personalidad de destacada actuación política, lo fue de Civita d’Antino en 1861. Fue el primero en ocupar esas funciones tras la unificación de Italia, designado por decreto del rey Víctor Manuel II, ese mismo año.


Don Filippo Ferrante de Civita d'Antino junto a su esposa y su hijo. Fue alcalde de la ciudad


Antonio se casó dos veces, la primera con doña María Ercole, oriunda de Luco dei Marsi y la segunda con María Panicoli Rossi, natural de Alvito. Dedicó su vida a la actividad política, sin descuidar la administración del patrimonio familiar y dado el prestigio del que gozaba su nombre, fue quien se ocupó de los asuntos privados del rey Francisco I de Borbón en la provincia de Nápoles. Por esa razón, siendo soberano Fernando II, hijo de aquel, se hospedó en su palacio cuando visitó la ciudad el 12 de julio de 1832, motivo por el cual, le concedió el privilegio de colocar una cadena de hierro en el pórtico de la residencia, que puede apreciarse hasta el día de hoy.


Palacio Ferrante en Civita d'Antino. Obsérvese la cadena otorgada por el rey Fernando II de Borbón


En el mes de abril de 1832, don Antonio Ferrante fue designado por decreto real, presidente de la Comisión Distritual de Avezzano, organismo que fiscalizaba la acción de gobierno y velaba por las necesidades de la población y el cumplimiento de las normas. Poco después, el Cuerpo Electoral de La Marsica, subregión de los Abruzzos, lo eligió diputado al Parlamento Borbónico (1848), siendo reelecto por el Colegio de Avezzano tras los tumultos que tuvieron lugar en el mes de mayo y llevaron al rey Fernando II a convocar nuevas elecciones. Sin embargo, pocas semanas después, Ferrante presentó su renuncia aduciendo razones de salud, aunque las verdaderas causas de su alejamiento fueron sus marcados desacuerdos con la política real. A partir de entonces y hasta su fallecimiento, acaecido a los 83 años de edad, fue mecenas y amigo de artistas, intelectuales, literatos y científicos, tanto italianos como extranjeros, muchos de los cuales se alojaban en su palacio.

Emilia Ferrante, nacida en 1825, contrajo nupcias en Sora con Pietro Bastardi, a quien Mommsen menciona en su Corpus inscriptionum latinarum, al referir su interés por la arqueología.

Otro Domenico Ferrante (1829-1914) fue bautizado por el padre Carlo Morochini, años después cardenal de la Santa Iglesia Romana (2).

Por otra parte, el matrimonio de don Manfredo Ferrante (1819-1881) con Caterina Decy, fue celebrado en la capilla familiar de la Santísima Concepción por el obispo de Sora, monseñor Giuseppe Ponteri, así como el de Luisa Ferrante (1860-1933) con el abogado Matteo Marinaci, por el cardenal Ignazio Persico.

Enrico Ferrante (1861-1943), fue alcalde de Civita d’Antino, funciones que desempeñó por varios años y el abogado Filippo Ferrante (1862-1915) se desempeñó como pretor honorario de Civitella Roveto, honor que ostentaba cuando encontró la muerte en el Hotel “Vittoria” de Avezzano, al producirse el terremoto que sacudió a la ciudad, la noche del 12 al 13 de enero de 1915.

No existen demasiadas referencias a las mujeres de esta familia aunque sí se sabe que varias de ellas fueron religiosas. Aún así, podemos confirmar que Ippolita Ferrante nació en 1690 y Egizia Ferrante en 1722, que Constanza Ferrante vivió entre 1756 y 1812, Giacinta entre 1815 y 1870; muchas de ellas contrajeron matrimonio y otras permanecieron solteras.

Entre 1645 y 1896, los Ferrante de Civita d’Antino dieron a su tierra diez sacerdotes, destacando entre ellos Giuseppe Ferrante (1754-1803), director del prestigioso Colegio Capranica de Roma; monseñor Aniceto Ferrante, obispo de Gallipoli y Francesco Ferrante (1818-1896), provincial de la Orden Jesuita en Nápoles.

Famosos fueron los Ferrante por su longevidad, superando muchos de ellos los setenta, ochenta y hasta noventa años, tales los casos de Filippo (1687-1781) y Alessandro Ferrante (1718-1808), sólo por citar algunos.

Fueron muchos los miembros de esta prestigiosa familia que sobresalieron en la actividad política, social y cultural de Civita d’Antino, aportando juristas, religiosos, arqueólogos, médicos y altos dignatarios estatales.

Aún destaca entre las grandes edificaciones de la ciudad el Palacio Ferrante, hoy propiedad comunal. Llaman la atención en él sus gruesos muros, los grandes pórticos, la cadena en la entrada, honor concedido por el rey, sus goznes, herrajes y detalles, así como su biblioteca con volúmenes únicos y preciosos, algunos de ellos manuscritos de gran antigüedad (muchos se perdieron para siempre) y la gran pinacoteca, con obras de importantes artistas itálicos, entre ellos el Correggio (3).

Como se ha dicho, el mismo fue visitado por personalidades insignes, entre ellas el príncipe heredero, Fernando II de Borbón (12 de julio de 1832), Teodoro Mommsen, los escritores británicos Richard Kepel Craven y Edward Lear, sir Henry Colt O’Hare, el prelado y anticuario irlandés John Chetwode Eustace, el artista de la misma nacionalidad, Edward Dodwell y el pintor danés Kristian Zarthmann, quien decoró el salón comedor del palacio, ambiente de once metros de largo, en el que destacaba especialmente La Noche o La adoración de los Reyes Magos, pintura original del Correggio.


Fernando II de Borbón, ilustre huésped de los Ferrante


En una carta fechada el 17 de julio de 1884, Zarthmann apuntó: “Me ocupo de decorar… la sala del almuerzo de la familia Ferrante. Pienso que ninguna estancia en toda Dinamarca está dotada de ornamentos tan suntuosos; mi trabajo constituye una ínfima parte. La sala es bastante grande, de 11 metros de largo. Está decorada en un estilo de comienzos de siglo, con numerosos motivos en rosa…”. Por su parte, Lear escribió en Viaje ilustrado por los Abruzzos, publicado en Londres: “Se encuentra fácilmente el amplio palacio de don Antonio Ferrante, persona rica y gran propietario del distrito…”, mencionando especialmente que su anfitrión lo recibió junto a un séquito de sirvientes y lo alojó en una habitación magnífica, sumamente pulcra.


Lienzo del siglo XIX en el que se observa el palacio Ferrante de Civita d'Antino


Don Manfredo Ferrante, que al igual que su pariente Francesco, es uno de los pocos miembros de la familia que se encuentra enterrado en el cementerio de la localidad, fue famoso por los conciertos de piano con los que obsequió a sus huéspedes en las alegres y afamadas tertulias que ofrecía en su residencia, así como doña María Ferrante brilló, no sólo por su fina belleza y buenos modales sino también como distinguida anfitriona y responsable ama de casa.

Los Ferrante de Campobasso y Ripalimosani

Campobasso, la principal ciudad de Molise, es cabeza de la región y centro neurálgico de su actividad política, económica, social y cultural. Allí, en tiempos del Reino de Nápoles, se estableció una de las principales ramas de esta familia, que como la de Civita d’Antino, dio a su tierra jurisconsultos, magistrados, profesionales, científicos, religiosos y letrados. A escasos siete kilómetros de ella, se encuentra Ripalimosani, población de orígenes prerromanos, donde los Ferrante también echaron raíces, fundando otra casa noble que mucho brilló en su tiempo.

Habitada desde épocas remotas por rudos guerreros, los romanos sojuzgaron la región tras duros combates, incorporándola a sus dominios para convertir a sus habitantes primeramente en disciplinados legionarios y tiempo después en ciudadanos de la República, ello cuando César regía los destinos del mundo.

En 1311 Ripalimosani se hallaba bajo el dominio de Guillermo de Alemania, señor feudal que vendió sus tierras a la familia Aldomoresco, oriunda de Grecia. Ésta hizo lo propio años después con Guillermo de Gambatesa, conde de Campobasso (1417), quien a su vez se la consignó a su hermano Carlos, conde de Termoli. En 1493 Carlos le asignó la población en dote a los Gambacorta (4), quienes acabaron perdiéndola por felonía del rey Fernando I de Nápoles, apodado Ferrante, sin parentesco alguno con la casa que nos ocupa, el cual terminó beneficiando a Andrea de Capua, duque de Termoli.

Destacaban entre las familias notables de la comarca, además de la casa que nos ocupa, los Giampado, los Rateni o Rateno, los Marinelli, los Cannavia, los Iammarino y los Di Paola.

En cuanto a los Ferrante, hemos de mencionar a Angelo, gobernador (podestá) de Ripalimosani entre 1867 y 1870; Gaetano, quien ocupó las mismas funciones y Michele, párroco entre 1745 y 1771.

Cuando el 3 de febrero de 1799 se produjo el sangriento alzamiento popular en pro de la República Romana, encabezado por Domenicangelo Camposarcuno, los Ferrante tuvieron un desempeño heroico y destacado, tanto en la defensa del rey como la del Santo Padre, perdiendo muchos de ellos la vida en la contienda.

Alzando los estandartes de la Revolución Francesa, la mencionada República apoyó la invasión napoleónica, sobre todo cuando esas fuerzas sitiaron la Ciudad Eterna y abatieron el poder pontificio, representado en la persona del papa Pío VI y la potestad de Fernando IV de Borbón.

Entre los patriotas que sucumbieron durante las sangrientas jornadas que se sucedieron entonces, figuran Carlo Maria Ferrante, su esposa Cecilia Cantamarino, su hijo Luis, Sisto Ambrosio Ferrante, Nicolangelo María Trevisonno, su hermano Francesco, Nicolangelo Marinelli, Domenico Tancredi, Luigi Biagio, Antonio Marinelli y Luca Antonio Sabatella.

Hubo otros defensores que al ganar los campos, perseguidos por la chusma, escaparon por poco a una muerte segura, uno de ellos Giuseppe Ferrante, quien habiendo sido gravemente herido en la cabeza, fue dado por muerto y abandonado en un páramo, de donde logró escapar, luego de incorporarse a duras penas y caminar hasta Campobasso. Otros combatientes buscaron refugio en el palacio marquesal y los menos, en pueblos vecinos.

Fernando IV de Borbón logró huir a Sicilia donde armó un ejército y se puso en marcha hacia Nápoles. Tomó la ciudad el 18 de junio de 1799, gracias a la ayuda que le brindaron desde el interior, los hombres del cardenal Fabrizio Ruffo, quienes atacaron a las fuerzas republicanas abriendo una brecha para que los Borbones y sus aliados pudiesen acceder.

Victorioso el rey, el 30 de septiembre se puso en camino hacia Roma con el evidente propósito de socorrer al Santo Padre y abatir a las fuerzas leales a Napoleón, pero en diciembre fue derrotado y debió emprender la retirada.

La familia Rateno, también denominada Rateni, fue parte, como los Ferrante, del elenco de notables de la provincia de Campobasso, destacando entre sus miembros, Luca Rateni, cura párroco entre 1771 y 1775 y Nicola Rateni, alcalde de Ripalimosani en 1823 y entre 1829 y 1831.

Representan hoy a los Ferrante en esa región, Giovanni Ferrante, asesor comunal de Colletorto (comuna de Campobasso), Giuseppe Ferrante, notario de Campobasso en los años ochenta, Fabrizio Ferrante, secretario del Socialismo Democrático en Trani, el actor Antonio Ferrante, nacido en Nápoles el 15 de mayo de 1942, Elena Ferrante, refinada escritora napolitana, quien ha prestigiado con su talento las letras de su país y otro Antonio Ferrante, autor del libro Famiglia Ferrante, editado en Roma, en mayo de 1977.


Hacienda y molino de la familia Ferrante de Campobasso en 1930


Los Ferrante en la Argentina

Así como la familia Ferrante se desparramó por toda la península y otros países de Europa, también lo hizo hacia el Nuevo Mundo, como parte del flujo migratorio que pobló de sangre itálica Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, Uruguay y Australia.

En nuestro país, portadores de este apellido se establecieron preferentemente en la Capital Federal, la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, destacando entre ellas, la rama de San Fernando, a la que pertenecieron el Dr. Aquiles Ferrante, abnegado médico hoy recordado por su valiosa actuación en el Hospital regional y su paso por instituciones de bien público y Felipe Ferrante Ariani, dedicado a los negocios de bienes raíces.

En Casilda, provincia de Santa Fe, don Antonio Ferrante, natural de Campobasso, echó raíces luego de adquirir un almacén de ramos generales. De su matrimonio con doña Antonia Rateno, nacieron nueve hijos, entre ellos Antonio, Ángel, María, María Saturnina, María Rosa y María del Carmen.

La mayor de las mujeres, María, contrajo enlace con el señor Antonio Vázquez, natural de Monte Buey, provincia de Córdoba, donde su hijo, Antonio Vázquez Ferrante fue intendente municipal entre 1963 y 1966 y miembro de numerosas entidades de bien público (5).

María Saturnina Ferrante se casó con el rosarino Vicente Acquisto, titular de una empresa que explotó los cines de la localidad de Leones, en la misma provincia y fue madre de tres hijas, casadas con profesionales.

Parte de su descendencia se radicó en Buenos Aires y adquirió el célebre castillo de Martínez, ubicado en la intersección de las calles Gral. Pacheco y Ricardo Gutiérrez de esa localidad, donde vivió por más de dos décadas.

Castillo Zannol-Acquisto Ferrante en Martínez, San Isidro (demolido, en su lugar se construyeron seis mansiones), donde vivió doña María Saturnina Ferrante de Acquisto:








Los Ferrante remontan sus orígenes a tiempos remotos, brillando en la Baja Italia cuando las guerras napoleónicas y el Risorgimento, extendiendo su presencia hasta el siglo XX en la figura de personajes virtuosos que trascendieron como gobernantes, hombres de ciencia, jurisconsultos, magistrados y mecenas.

Notas

1. Cannes, 14 de diciembre de 1900.
2. El cardenal Morochini era hijo de Domenico Morochini, destacado químico y médico italiano.
3. Antonio Allegri da Correggio, célebre pintor italiano nacido en las cercanías de Reggio-Emilia en agosto de 1489.
4. Noble familia de Pisa.
5. Una calle de la localidad lleva su nombre.