Canonización popular de bandidos y menesterosos. El caso de Olegario Álvarez en Corrientes, por Carlos Dellepiane Cálcena
 
La historia de Olegario Álvarez, un gaucho correntino que asoló los campos para arrasar con la hacienda, perdura en la tradición litoraleña como un exponente de la canonización popular de bandidos y menesterosos. El pueblo suele elevar a la categoría de héroes o santos a personajes de variada condición, cuya historia, generalmente legendaria, no siempre condice con las atribuciones milagrosas que se les adjudica. En noviembre de 1962, durante un largo viaje de recopilación de material folklórico por la provincia de Corrientes, tuvimos la oportunidad de recoger en el terreno el culto popular a Olegario Álvarez, culto que se mantiene vigente sin haber perdido fuerza.

Como un exponente más de la vivencia de nuestro folklore, aparecen ante nosotros singulares cultos a bandidos y menesterosos. Producto de un sentimiento basado en el miedo supersticioso, nacen y toman incremento alcanzando en determinadas circunstancias características insospechadas.

En esa tierra de auroras transparentes y naturaleza desbordante, se transfigura Olegario Álvarez, bandido que en vida asolara la campaña de su provincia y que después de su muerte, acaecida a manos de una partida policial, ingresa a ese curioso santoral tan profundamente admirado por sus comprovincianos.

En los primeros años del siglo XX merodeaba por los campos de la provincia de Corrientes gran número de gauchos alzados, huidos de la autoridad y guarecidos en los espesos montes y pantanosos esteros de los departamentos Saladas, Concepción, San Roque y Mburucuyá. La laguna y esteros del Iberá con su vasto y accidentado terreno, fueron escondite propicio para quienes en Corrientes vivieron al margen de la ley. De ahí que los departamentos nombrados se convirtieran en escenario favorito de sus correrías, en el que los “gauchillos” disponían de lugar seguro donde poder refugiarse.

Un nombre que perdura

La imagen de Olegario Álvarez, “Lega” para sus cofrades, se mantiene intacta a través del tiempo. Los relatos de los informantes tomados en diferentes puntos de la provincia, concuerdan con exactitud. Con ese material y con el recogido en otras fuentes, hemos reconstruido la vida de este singular personaje y el culto del que es merecedor en la actualidad.

Junto con Adolfo Silva, Aparicio Altamirano y otros bandidos de no menor nombradía y triste memoria, formó una banda que durante años asaltó estancias y poblaciones abriendo caminos de sangre. Dedicados al pillaje y al cuatrerismo, caían sorpresivamente sobre sus víctimas llevándose lo mejor de su hacienda y cobrando con especial propósito los mejores fletes para mantener al día sus montados. Si en alguna de estas frecuentes correrías algún ingenuo pretendía oponer resistencia, pronto era excelente blanco para un plomo disparado a quemarropa con un Remington “colí”.

Hasta hoy se conserva en la memoria de los viejos numerosos relatos que ilustran con claridad las andanzas de Olegario Álvarez. Basta recordar lo acontecido a unos viajeros que tropezaron con él, allá por los esteros del Carambola, al regresar de las fiestas del Señor San Baltasar, de los cuales solo las mujeres y los niños quedaron con vida; o el escarmiento dado a sus hombres en la persona de uno de sus más adictos simpatizantes, cuya cabeza apareció trabada en la horqueta de un chivato después que se permitió discutir en el reparto de unos cueros da capibara.

Estos y muchos otros casos muestran con fidelidad la personalidad del personaje que nos ocupa. A estas líneas agregamos un original “compuesto” que recopilamos en Saladas, donde se relata en forma precisa el fin de Olegario Álvarez. Conservamos el texto tal como nos lo facilitara en 1962 la cuidadora de su tumba Rosalía Cabrera de Bordón.

Determinados acontecimientos ocurridos después de su muerte, los que ocupan destacado lugar en la memoria del pueblo correntino, deben ser conocidos por ser el origen de este singular culto tan hondamente arraigado.

Cuenta la tradición que su cadáver fue transportado por la partida policial que le dio muerte hasta la comisaría de Saladas, atado con guascas a la panza de un caballo y que al disponer el comisario el corte de las guascas, cayó pesadamente al piso de ladrillos del patio, moviéndose repetidas veces ante el consiguiente estupor de los milicos presentes.

Terminadas las actuaciones de práctica, fue sepultado sin pena ni gloria en el cementerio de Saladas. Es en este momento cuando comienza el culto popular.

A los pocos años, al efectuarse una importante remodelación en el viejo cementerio, el “municipal” dispuso retirar la mayoría de las tumbas entre las que se encontraba la de Olegario Álvarez. Los peones que realizaron la tarea al intentar remover los restos de “Lega” notaron que éstos “se hacían un pesao”. El suceso se difundió con la rapidez de un rayo y la imaginación popular tejió innumerables versiones. La tumba fue respetada en su original emplazamiento y por suscripción popular se levantó la que ha llegado a nuestros días. Es allí y desde entonces, que se afianza definitivamente la canonización popular.

Milagros que se difunden

Las curaciones y múltiples milagros que le son atribuidos se multiplican día a día y su nombre es pronunciado con respeto y veneración. Encuentra los animales perdidos; conduce a buen destino a los arrieros extraviados; sana las llagas de una anciana; protege de las tormentas a los viajeros y cura todo tipo de enfermedades. Invocándolo se hallan los objetos perdidos o se obtiene suerte en el juego. El pueblo repite con reverencia los favores recibidos. La necesidad de una divisa hace surgir el color rojo para todo lo que se relacione con el “santo”, posiblemente en coincidencia con el color característico del Partido Autonomista en el que Álvarez militaba.

Aparecen adivinos y “payeseras” que curan en su nombre, quienes dicen poseer reliquias milagrosas que protegen contra el mal y favorecen eficazmente a sus portadores.

Transcurre el tiempo y la práctica del culto se extiende por las provincias del litoral, alcanzando características que configuran plenamente una canonización popular. El correntino, tan propenso a crear y mantener devociones supersticiosas, comparte sin distinción los cultos a San La Muerte y a Santa Librada con el de Olegario Álvarez.

El culto en la actualidad

En posteriores viajes de investigación hemos podido documentar en diversos parajes la existencia de altares erigidos en la vera de los caminos. El más importante de ellos, el que conserva como reliquia una falange del bandolero, se encuentra en Empedrado en la casa que fue de doña Claudelina Fernández y que actualmente mantienen sus descendientes. La informante, nacida en el lugar en 1886, nos proporcionó amplias referencias sobre la vida de “Lega” y los pormenores de su violenta muerte, como también acceso al altar que guarda la reliquia. El color rojo predomina comunicando a la escena un tono dramático. Doña Claudelina, vestida de rojo, nos mostró con aire misterioso la falange de Olegario Álvarez. Se conserva dentro de una vistosa capillita de latón, sobre una mesa rodeada por flores, velas, cintas y numerosas ofrendas, todo color rojo.

Después de muchas recomendaciones bendijo tres veces una cinta que posó sobre la reliquia del “santo” y nos la obsequió junto con un prendedor de plata producto de la artesanía popular, que tiene forma de corazón y las iniciales O. L. (Olegario Lega). Nos sugirió lo prendiéramos en la ropa para que nos protegiera en nuestro viaje. Ante cualquier contratiempo, nos advirtió doña Claudelina, debíamos invocar en voz alta: Mi amigo, o Lega ayúdame en mi camino. El rancho en el que se conserva el altar, es meta de promeseros que atribuyen poderes sobrenaturales a la reliquia y curaciones milagrosas al invocar el nombre del “santo”.

Quien visite el cementerio de Saladas en día lunes, tendrá oportunidad de presenciar el culto de Olegario Álvarez. Resulta un impacto sorprendente la visión de la tumba pintada de rojo, con su caprichosa concepción arquitectónica y el violento contraste con el tono ocre que predomina en el lugar.

Desde muy temprano es vestida por su cuidadora quedando cubierta por numerosas ofrendas, cintas, banderas, estolas rojas y exvotos de plata. Hay sobre ella una sola inscripción: “O. A. 23 de mayo de 1906 a los 35 años”. Un continuo desfile de promeseros con sus atavíos rojos se sucede lentamente, comunicando a la escena un carácter peculiar. Depositan sus ofrendas, prenden velas rojas y rezan con la mayor devoción. Las cintas y estolas que visten la tumba con las iniciales O. A. bordadas en sus extremos, pueden ser tomadas, siempre que se las reponga. Tienen “poder” para curar enfermedades. El 2 de noviembre, Día de los Muertos, los restos de Álvarez reciben el homenaje de numerosos paisanos, que cubren su tumba mientras invocan su poder para obtener salud, amor o trabajo.

Mucho puede escribirse sobre este culto, fenómeno folklórico vigente, mezcla ingenua de devociones religiosas y supersticiones ancestrales, culto en el que se mezcla el personaje real con otro nacido de la imaginación popular. Veneración al bandido que robaba a los ricos para darle a los pobres y que después de muerto lleva a cabo múltiples milagros. Es el culto que el pueblo rinde a quienes se rebelan contra la autoridad y mueren violentamente o en circunstancias desfavorables.

Mircea Eliade ha escrito “…el sufrimiento tiene un valor ritual, por cuanto la tortura está reputada de ser efectuada por seres sobrehumanos y tiene como finalidad la transmutación espiritual de la víctima”. Olegario Álvarez sufrió e hizo sufrir. Al igual que la Difunta Correa en San Juan, o Andrés Bazán Frías en Tucumán, constituye un elemento de esperanza y consuelo, alegría y valor para el pueblo de Corrientes.

Compuesto de Olegario Álvarez

Atención señores míos
les voy a contar primero
cómo fueron sorprendidos
los famosos bandoleros.

El gaucho Olegario Álvarez
ha quedado por historia
y también de su gavilla
los recuerdos por memoria.

Gauchos que merodeaban
en varios departamentos
cometiendo asesinatos
y saqueo al mismo tiempo.

Armados a Winchester
de tiento a tiento cruzaban
montaban buenos caballos
partida no respetaban.

El día veintiuno de mayo
día que ha convocado
de cada departamento
a mansión el comisario.

El veintidós de mañana
se pusieron en camino
llevando la dirección
de casa del señor Miño.

Esta casa indigenada
ya por la tarde avanzaron
para descansar la gente
esa noche allí acamparon.

El Miño les informó
de razones suficientes
que por su casa pasaron
el pasado día veinte.

El veintitrés dirigieron
a lo de Francisco Merlo
antes de que llegue el día
con miras de sorprenderlos.

Casa de Francisco Merlo
le señalaron primero
que por allí se encontraban
los famosos bandoleros.

Un monte cerca de Merlo
dentraron a revisar
pedazo de cuero fresco
allí fueron a parar.

Ortiz le dijo a Cantero
sitiá la casa por el este
que yo sitiaré lo mismo
por el lado del oeste.

Sentados en el corredor
en el rancho se encontraban
los tres hombres de feroz
adentro se enderezaron.

Los tres salieron armados
y corrieron a un talar
con el comisario Ortiz
persiguiéndolos de atrás.

El comisario Ortiz
les intimó rendición
una nutrida descarga
tuvo por contestación.

A Ortiz lo hirió la descarga
en ese instante fatal
se pusieron en pelea
los tres gauchos criminal.

Al pasar un alambrado
Olegario se torció
el lado del pecho izquierdo
un soldado le baleó.

Con la violencia y con fuerza
se afirmó y se peleó
y el tal sargento González
otra vez lo baleó.

Aparicio Altamirano
con furia de almiración
se dirigió a su caballo
buscando su salvación.

Logró montar a caballo
con la fuerza que llevaba
en un monte se ocultaba
no lo pudieron pillar.

A su compañero Adolfo Silva
en ancas quiso llevar
la comisión cargó a tiempo
pues no le daba lugar.

El pobre de Adolfo Silva
con la esperanza perdida
gritó diciendo a su amigo
que le salvase la vida.

Es visto mujer de Lega
que tenía tanto coraje
el marido está peleando
ella está tomando mate.

Angelita con el mate
una mirada le dio
el gaucho Olegario Álvarez
en su vista se acabó.

Alzaron estos dos cuerpos
y mandaron los avisos
los soldados divirtieron
como en el día del juicio.

Alzaron estos dos cuerpos
después de su comisión
la desgracia ha sucedido
cerquita de Concepción.

Estos gauchos afamados
pues como nada se acaban
los delitos cometidos
tarde o temprano se pagan.

El veintitrés de mayo
de mil novecientos seis
la comisión del gobierno
peleando los terminó.

Olegario de treinta y cinco
y Silva de veintidós
estos dos gauchos matantes
toda su culpa pagó.

De Álvarez, Silva y Altamirano
este compuesto se formó
así los departamentos
ya quedaron sosegados.

El municipal Volti no quiso
que estuviera en cementerio
gaucho vestido de colorado
ordenó que lo saquen de adentro.

Luego vinieron y no pudieron
por muy distintas razones
rompieron los cabos de pico
y no lo pudieron sacar.

A la siguiente noche llegó
a casa del municipal
lo sacó de la cama y lo hizo
dar una vuelta cabal.

Desafió al municipal Volti
que vaya pues a sacarlo
de su tumba colorada
nadie podrá retirarlo.

El municipal le prometió
mandarle hacer una tumba
colorada como él pidió
con velas la iluminó.

“Olegario Álvarez
el veintrés de mayo
de mil novecientos seis
a los treinta y cinco años”.

Glosario

Capibara. Mamífero roedor anfibio, corpulento, abundante en el litoral argentino, que vive en la orilla de ríos y lagunas. Su cuero es muy apreciado, en especial para sobrepuestos de los aperos de montar.

Chivato. Especie de la familia de las fabáceas, árbol originario de Madagascar, de copa plana y extendida, flores rojo anaranjadas, follaje verde brillante y vaina leñosa. Es característico de la provincia de Corrientes.

Cuatrerismo. Robo de ganado, en especial vacuno.

Estero. Terreno bajo y pantanoso, abundante en plantas y aves acuáticas, que suele llenarse con agua de lluvia o por la filtración de un río o laguna.

Gauchillo. En Corrientes, gaucho rebelde con antecedentes policiales.

Gaucho alzado. Dícese del sedicioso, del que se apartó de la civilización, viviendo en los montes fugitivo de la autoridad.

Guasca. Voz quichua, usada hoy en casi toda la América Española. Lonja de cuero vacuno crudo, sin sobar ni curtir, de múltiples aplicaciones en la campaña.

Hacerse un pesado. En este caso, aumentar de peso los huesos por obra de un milagro.

Iberá. Del guaraní: agua brillante. Laguna y esteros del Iberá. Zona de la provincia de Corrientes, cuya superficie supera los 20.000 kilómetros cuadrados. Ha sido refugio de quienes estuvieron al margen de la ley. Es reserva natural de la provincia de Corrientes.

Municipal. Intendente Municipal.

Partida. Piquete policial, grupo poco numeroso de gente armada, que cumple funciones auxiliares de recorrida, exploración u hostigamiento, búsqueda de desertores, etc.

Payesera. Mujer hábil en la ejecución de amuletos denominados payé, confeccionados con sustancias diversas, como polvo de huesos humanos, plumas de aves, plomo de balas, etc. Son llevados a modo de reliquia y se les atribuye poderes especiales para obtener condiciones y propósitos diversos.

Remington colí. Carabina Remington a la que se le ha recortado la culata y el cañón, reduciendo así su tamaño y peso. Es portada entre los cojinillos del recado de montar.


Tumba de Olegario Álvarez en el cementerio de la ciudad correntina de Saladas


Saladas, 23 de mayo de 2016. Recordando al gaucho Lega (Olegario Álvarez) a 110 años de su muerte: