La industria nacional peronista, por la Lic. Andrea Manfredi
 
En algún momento de nuestras vidas seguramente hemos escuchado la siguiente frase: “La Argentina era el ‘Granero del Mundo’”, y así fue, ya que desde 1880 hasta los primeros años del siglo XX, nuestro país fue considerado de esa forma, alcanzando los objetivos del proyecto político-económico del grupo social que gobernó en aquellos tiempos: la “Generación del 80”.

Aquellos hombres, sabiendo a la Argentina tierra colmada de riquezas y dotada de grandes extensiones de campo y ganado, pusieron en marcha un plan económico que permitió básicamente exportar carne y materia prima e importar productos manufacturados y capitales, provenientes, en particular, de Gran Bretaña, Francia y otras naciones de Europa, ya que con el “Gigante del Norte”, los Estados Unidos, teníamos economías competitivas que llevaron a ambos países a mantener acaloradas discusiones en los ámbitos diplomáticos.

Fuimos tan proclives a este modelo que lo mantuvimos hasta la década del ‘50, pese a que el mismo comenzó a denotar señales de agotamiento allá en los años ‘10. Y aunque el escenario, los actores y las circunstancias habían cambiado, aquel grupo de poder que había gobernado nuestro país, parecía no notarlo. Si en el siglo XIX, Gran Bretaña ocupaba una posición preponderante en el escenario mundial, en el siglo XX, con la finalización de la Gran Guerra en 1918 y ante un escenario europeo devastado, Estados Unidos se transformaría en la potencia emergente y nuestro país sufriría las consecuencias.

Las condiciones impuestas en el escenario internacional por el nuevo hegemón resultaron desfavorables para la complementariedad que existía entre nuestra economía y la británica, aquella que en su momento había permitido a la Argentina y su modelo agroexportador amoldarse perfectamente a las exigencias del mercado mundial. El contar con climas y recursos similares, desencadenó entre nuestro país y los Estados Unidos, una excesiva competitividad económica que terminará trasladándose al ámbito político. Estos roces se intensificaron en 1942, en el marco de la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, cuando nuestro país se negó a llevar a cabo la “propuesta” norteamericana de declarar la guerra a las potencias del Eje, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, lo que le costó a la Argentina la imposición de una “política de hostigamiento” que incluyó desde bloqueos y embargos al congelamiento de las reservas argentinas en oro en Estados Unidos. Desde la prohibición de transportar productos argentinos en barcos con bandera norteamericana hasta el embargo de armas y metales como el acero, hierro, repuestos ferroviarios, máquinas de explotación de petróleo, es decir, todos aquellos productos que pudiesen ser utilizados para fines bélicos. Así fue que “a los golpes”, la Argentina comprendió que para prosperar necesitaría tomar un camino alternativo consolidando un nuevo proyecto político-económico entre 1943 y 1946 con Juan Domingo Perón a la cabeza.

Su idea de hacer de nuestra nación un país próspero y poderoso se vio plasmada desde los tiempos del GOU, basándose en la capacidad de nuestro país para convertirse en una potencia regional e incluso, mundial. Lo único que se necesitaba era un plan con características estatistas vinculado a la producción industrial, y Perón lo tenía.

A partir de la década del ‘50, el brigadier Juan Ignacio San Martín, planteó al líder justicialista la idea de implementar una industria automotriz propia en base a las instalaciones de las que disponía el Instituto Aeronáutico. Ante el consentimiento del General, la Fuerza Aérea, asumió la responsabilidad de dar inicio a una planta de producción de automotores pura y exclusivamente nacional. Perón exigió a San Martín el diseño y la elaboración de un vehículo económico y simple que estuviera al alcance del pueblo. De esta manera, comenzarían a trazarse los primeros bosquejos del “Sedán Justicialista” (que continuaría fabricándose hasta 1956 pero con algunas variantes como el “Sedán Graciela Wartburg”), el “Justicialista Grand Sport” y el “Justicialista Grand Turismo”; los dos últimos en sus versiones convertibles siguiendo los deseos del líder de fabricar un modelo nacional deportivo. Cabe señalar que el “Sedán Justicialista Grand Sport” fue el segundo en el mundo con carrocería de plástico, reforzado con fibra de vidrio, después del Chevrolet Corvette. Así fue que gran cantidad de trabajadores pudieron acceder al auto peronista. Hasta el presidente chileno, Carlos Ibáñez del Campo, recibió de regalo una unidad del primer modelo mencionado, en 1953. A la par, se fabricaron también versiones pick up, rural y furgón.

El gobierno peronista tuvo también en mente al campesinado y para ello lanzó la producción en serie de una camioneta rural fabricada con los materiales que se utilizaron para diseñar los 2500 tractores “Empire”, importados de Estados Unidos que al haber resultado de mala calidad, debieron ser retirados del mercado. Fue así como nacieron la "Gauchita” y el "Rastrojero”, que fueron exhibidos el 1° de mayo de 1952, en la Plaza de la República. Este último alcanzaría una popularidad inigualable gracias a sus características todo-terreno y siendo testeado en Francia para evaluar la posibilidad de una producción a nivel mundial si bien ya se exportaba al Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile.

Otra de las creaciones de aquellos años fue el tractor "Pampa” destinado a sustituir la maquinaria que se venía importando de Estados Unidos. El 31 de diciembre de 1952 se lanzaron 15 unidades equipadas con motores nacionales convirtiendo de ese modo a la Argentina en el primer país latinoamericano y en el segundo del continente en fabricar sus propios tractores.

Uno de los principales objetivos del Primer Plan Quinquenal fue el fomento de una industria ferroviaria nacional. La firma del tratado Eady-Miranda permitió la compra de las maquinarias de sello británico que se encontraban en nuestro país, dando inicio al proceso de estatización ferroviaria. Unos años más tarde, gracias al impulso que Perón dio a la producción y bajo las órdenes del ingeniero Pedro Celestino Saccaggio, fue presentada el 19 de octubre de 1951, en Plaza Canadá, frente a la terminal del Ferrocarril General Manuel Belgrano de Retiro, la locomotora eléctrica “Justicialista”. En la ceremonia de inauguración y ante numerosos curiosos que se dieron cita en el lugar para ver por primera vez al gigante de hierro, el general Perón aseguró vehementemente en su discurso que nuestro país ya estaba capacitado para “ocuparse de esas tareas”. Afirmaba que con estas locomotoras diesel eléctricas se daba inicio a una nueva era, la cual haría honor a uno de los pilares del justicialismo: desarrollar una “economía independiente”, sólida y eficiente. Perón creía firmemente que la Argentina estaba capacitada para dar curso a estos programas y alcanzar así una posición preponderante. Tres meses después, la locomotora entraría en funciones cubriendo los trayectos a Mar del Plata, Bariloche y Mendoza.

Se dice que el ingeniero Saccaggio ideó la "Justicialista” basándose en la gorra del uniforme del general Perón, llevando con ella, por los vastos territorios que recorría, el orgulloso escudo justicialista. Así, la red de ferrocarriles se fue completando con diversos modelos que cubrieron los trayectos hacia Rosario, Santa Fe, Córdoba y Tucumán.

A todas estas producciones se le sumaron, la pick up Caburé, el taxi T63, el ómnibus “Juan Perón”, aviones de guerra propios, entre ellos, los cazas supersónicos Pulqui I y II, Calquin, Huanquero (“Primer Justicialista del Aire”), el biplaza DL-22, Ñancú, planeadores y cargueros militares, motores cohetes y proyectiles teledirigidos. La industria textil que junto con la de electrodomésticos fue impulsada a gran escala para satisfacer las necesidades del pueblo, y las famosas motocicletas “Puma” que estuvieron a disposición del trabajador en 1953 y cuyas siglas significaban “Perón Único Mandatario Argentino”.

Como se puede ver, la Argentina se encontraba dotada de hombres capaces de llevar adelante un proyecto industrial que sirvió no sólo como ejemplo de desarrollo y progreso que la puso a la cabeza de las naciones latinoamericanas sino también como plataforma de lanzamiento para alcanzar una posición de liderazgo regional que comenzaría a ser mirada con recelo por las potencias de entonces. La Argentina demostraba ser una nación fuerte, con formación y capaz de encarar proyectos de envergadura a largo plazo.

Rumbo a una “economía independiente”, bajo la base de una “justicia social” y políticas adecuadas que permitiesen consolidar su “soberanía política”, nuestro país buscó posicionarse en el contexto de las naciones con un proyecto industrial propio. Como afirmó Juan Domingo Perón el 4 de junio de 1947 con motivo del cuarto aniversario de la Revolución del ‘43: “La República tendrá que agradecer, más que a las piezas retóricas, las obras que le dejamos instaladas en su territorio”.

Bibliografía

- Belini, Claudio, La industria peronista, Buenos Aires, Edhasa, 2009.

- “La política económica del peronismo”, en: Carlos Escudé y Andrés Cisneros (dir.), Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, en: < http://www.argentina-rree.com/historia.htm>.

Foto de portada: Avión de uso múltiple “Primer Justicialista del Aire”, luego apodado Huanquero.


Presentación del Pulqui II en Aeroparque (1951)


Bonus track:



YPF adquiere el buque factoría más grande del mundo, el “Juan Perón” (1952)