Cacerías del zorro en los pagos de la Costa y Las Conchas
 


“El rey don Sancho, cuando no tenía en qué entender, acostumbraba ocuparse en la caza por no parecer que no hacía nada”
P. Juan de Mariana


Todos los pueblos de la antigüedad fueron muy aficionados al ejercicio de la caza, que era un privilegio de la aristocracia. Los hebreos, asirios, egipcios y griegos organizaban grandes cacerías; los romanos mantenían extensos cotos con fieras para que se divirtieran los patricios capturándolas; los bárbaros adiestraban al perro como auxiliar del hombre. Durante la alta Edad Media, el ideal de vida propuesto al joven insistía en las aptitudes guerreras. Estas cualidades, innatas en el muchacho de buena sangre, se habían de desarrollar mediante una serie de actividades, un entrenamiento cuyo elemento fundamental era la caza, concebida como aprendizaje de la guerra, del arte de matar. El apogeo de la caza como deporte aconteció durante la Edad Media; constituyó la diversión predilecta de los señores feudales, quienes pusieron de moda la cetrería y, las partidas de caza fueron motivo de grandes y suntuosas fiestas cortesanas. Como distracción se distinguen dos tipos principales de caza: la de montería o caza mayor (ciervos, venados, jabalíes, zorros, etc.), en la que se acosa y persigue a la bestia a caballo obligándola a pasar por cierto sitio donde se acorrala y apresa, y la caza menor (conejos, liebres, perdices, faisanes, etc.), con perros de muestra que levantan la presa para que el cazador pueda verla y disparar sobre ella .
El ceremonial de la caza de montería, que data de mediados del siglo XVI, llegó con muy pocas modificaciones al siglo XX. El jefe de la jauría y sus ayudantes debían seguir de cerca a los perros y estaban obligados, por tanto, a pasar a los invitados; correspondía a éstos dejarlos avanzar, así como también al director de la cacería. Los caballeros de un equipaje bien organizado no pasaban jamás delante de otro invitado -aun en pleno galope- sin descubrirse o hacer un signo cualquiera de amistad. Las notas de los cuernos de caza no eran solamente la parte alegre de la cacería: ellas eran también la poesía que acompañaba a los episodios. Algunas veces eran estimulantes como una acelerada; otras resultaban brillantes como un canto triunfal. Ejemplo: el hallalí. El día de San Huberto, patrono de los cazadores, se festejó con toda solemnidad el 3 de noviembre de 1925, en Francia. La celebración de la santa misa, invocando la protección del santo, precedió a la bendición de la jauría, a las cacerías y a un banquete .
La cacería del zorro, más que un deporte o un juego es un rito, y para que se cumpla no basta con saber montar, también hay que saber vestir. Si las formas más nobles y aristocráticas de la caza se dieron en Francia durante el reinado de San Luis, es indudable que fue Inglaterra quien se ocupó de difundirlas y convertirlas en un deporte popular, fijando además la rigurosa elegancia en el vestir, que es un hábito entre los cazadores. Éstos lucirán chaqueta colorada con breeches blancos, botas negras y casquete del mismo color. En caso de ser la primera cacería se autorizará la chaqueta negra, privativa de las damas. Para ellas también breeches blancos o beige y bombín de caza negro. Cuando se trata de un invitado los ingleses aconsejan que lo ideal es una clásica chaqueta de tweed y sombrero hongo. El único detalle que permite ejercer libremente el individualismo es la corbata. Vale la clásica con camisa blanca o el plastrón de piqué que cada uno puede anudar a su gusto con un alfiler al centro. Dicen que en los orígenes el uso del plastrón unía al sentido estético el práctico, pues a falta de camilleros o ambulancia, cada jinete podía improvisar un cabestrillo y utilizar el alfiler para sujetarlo .
En 1930, la caza del zorro a caballo apenas se practica más que en Inglaterra, donde se ha hecho de ella un noble deporte. Un inglés jamás mataría un zorro de un tiro. La víspera de la cacería, por la noche, cuando los zorros están merodeando, hombres prácticos en el oficio, llevando perros zorreros, salen a tapar todas las madrigueras, para que aquellos animales no puedan esconderse de nuevo en ellas y tengan que encamarse en las matas. A la mañana siguiente los cazadores, vistiendo la clásica levita roja, montando caballos de una raza especial (hunters) y llevando numerosas jaurías de perros también especiales (fox-hounds), se ponen en movimiento y tan pronto como los perros levantan un zorro se le sigue a la carrera, cruzando a galope campos y montes y salvando toda clase de obstáculos, hasta que se le alcanza y los perros le dan muerte .
La caza del zorro con perros que matan la presa, practicada en Inglaterra desde el siglo XIV, fue prohibida a partir del viernes 18 de febrero de 2005. El día anterior, grupos de cazadores en poblados de Wiltshire, Buckingham, York y Dorset, entre otras localidades del reino, participaron de rondas de cacería, en protesta por la decisión de la Corte Suprema inglesa de impedir la revocación de la prohibición impuesta por el gobierno de Tony Blair. El grupo “Alianza por el Campo” -C. A. en sus siglas en inglés- afirmó que iba a desafiar la medida oficial, incluso si muchos de sus miembros debían enfrentar
la cárcel por cazar zorros. Más de setenta mil hombres, mujeres y niños participaban directamente en las cacerías y, más de un millón de ingleses las seguían o dependían de ellas de una u otra forma. La ley prohíbe el uso de perros en las capturas, aunque pueden emplearse para seguir el rastro de la presa. El 26 de diciembre de 2006, más de doscientos cincuenta mil ingleses participaron en los dos centenares de cacerías organizadas en todo el país para celebrar el Boxing Day, día festivo en Inglaterra y tradicionalmente dedicado a la caza del zorro. Eso sí, estuvieron vigilados de cerca por policías y ecologistas .

En nuestra patria...


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