RECENSIÓN - El ceremonial en el duelo moderno
 
Hernán Antonio Moyano Dellepiane, "El ceremonial en el duelo moderno", Ceremonial III, Buenos Aires, Academia Argentina de Ceremonial, noviembre de 2011, pp. 23-56


En una época como la actual en la que la cortesía y los buenos modales han fenecido, y la chabacanería impera dictatorialmente en la vida privada y en los medios de comunicación, tiene sentido leer este interesantísimo estudio de Hernán A. Moyano Dellepiane sobre el duelo. El autor, abogado y miembro de la Academia Argentina de Ceremonial y de varias asociaciones dedicadas a la genealogía nos presenta un tema a la vez que interesante ilustrativo de hasta qué punto de moderación aún en el uso de la fuerza se llegó en la Civilización Cristiana hasta que con el advenimiento de la “plebeyocracia” la furia en la guerra y la violencia sin límites ascendieron desde La Revolución de 1789 hasta Hiroshima y Nagasaky.

La urbanidad y los buenos modales, eran protectores de un “arte de vivir” que encontraba un sentido trascendente a la vida. Esta trascendencia hacia la vida eterna es la salvación, mientras se peregrina en la tierra se encuentra protegida por el concepto del honor, la fama y la dignidad que la deben acompañar en su peregrinaje.

Los buenos modales son el aceite de las bisagras de las relaciones humanas, eran la extensión y consecuencia de la vida evangélica. Quien ama: respeta y quien respeta trata con consideración a todos según su condición. Pero para esto es necesaria una sociedad jerarquizada, donde cada uno esté en su lugar.

Existen precedencias sociales y es injusto tratar a todos por igual. Se debe tratar a todos sí con igual respeto pero según su condición, para no herir la susceptibilidad y la personalidad y la condición de nadie.

Claro está que el mayor respeto se debe a quien gobierna, pues quien gobierna es el primer maestro o primer magistrado.

Los jueces deben ser maestros y los maestros merecen en general el respeto debido a su precedencia y también en agradecimiento a lo que enseñan y transmiten.

No se nos pasa por alto que en la Argentina de hoy y en el mundo en general ya no ocupan los más altos puestos los maestros y por lo tanto se ha perdido la causa ejemplar en las autoridades existentes quienes por su baja moral carecen precisamente de “autoridad”.

Por eso es refrescante este trabajo que además ilustra y recuerda cómo eran las formas de dirimir los conflictos interpersonales en una época aún no muy lejana, en las que las personas conservaban el sentido del honor y de la vergüenza. Era una época donde los sin-vergüenzas aún no ostentaban el poder.

No se podía luchar apelando a trucos sucios y a villanías. Se debía actuar en esos trances con el donaire y el respeto a los rituales que las costumbres galantes habían ido elaborando en el curso de los siglos. Sobre todo desde la aparición de las armas de fuego, ya en plena edad Moderna.

Todo un sin fin de invisibles hilos entrelazaban las relaciones humanas que el respetarlos moderaban, o sea daban su medida, a la reparación de las ofensas.

Estas invisibilidades tenían su expresión en un ritual que Hernán A. Moyano Dellepiane describe trayendo a ejemplo casos curiosos, algunos heroicos, otros trágicos y algunos hasta risueños.

El duelo tenía un aspecto positivo también, era su influencia civilizadora sobre la sociedad en general y fue causa eficiente del desarrollo de maneras más civilizadas para con el prójimo, aún en trance de luchar a muerte contra él.

Muchas guerras fueron dirimidas mediante un duelo, evitando la pérdida de vidas humanas. Y el duelo también proporcionó un cierto grado de proporciones, límites y garantías ya que el duelista no podía hacer cualquier cosa.

Hoy somos testigos de los enfrentamientos sin límites, ni formas, ni cánones, en un todo vale y donde el fin justifica los medios. La influencia de las luchas caballerescas había creado un código de comportamiento hasta en los delincuentes que respetaban ciertas formas y ciertas normas. Tenían “códigos”, hoy éstos ya no existen más. La agresión no se detiene ni en la difamación, ni en la calumnia, el escándalo social y la más soez grosería.

Nunca como hoy “poderoso caballero es don dinero”, y el poder económico es el único que vale para la contienda. En el viejo duelo la mirada de los pares presentes y el concepto del honor, del deber, regulaban la ira.

Sin duda hubo una época ebria de duelos y se cayó en excesos, y no es este trabajo una apología del duelo; pero si nos llama la atención cómo una civilización basada en el Evangelio pudo influir y morigerar aún el uso de la violencia.

En el actual mundo amorfo y por lo tanto informal, se vive y se muere sin normas, porque ya llegó el tiempo del “á nomos”; por eso hoy es todo anomalía, falta de ley.

Vale este interesante y curioso artículo que nos entrega Hernán Antonio Moyano Dellepiane, sin dejar de decir que es ciertamente muy entretenido.

MARCELO LUIS BREIDE OBEID



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