Invasiones argentinas
 
Refiriéndose a los excursionistas domingueros, en la primavera de 1926, “San Isidro” dice que bien están esos enjambres de abejas que vienen a libar un poco de los encantos de nuestro pueblo envidiado, como una corriente de sangre cansada que busca oxígeno, sol y alegría.
Pero a continuación aclara que la expansión y libertad de la naturaleza humana tiene sus límites, los límites de la decencia y la buena educación.
El semanario parroquial de propaganda social, moral y religiosa sostiene que tanto los gritos desaforados, como las palabras soeces, la procacidad, cuando no la bajeza de los movimientos, los vestidos a medias, la falta de respeto al pudor más elemental, o las cabalgatas mixtas por nuestras calles, no es esparcimiento, ni diversión, ni deporte, al contrario, es insultar la cultura y respeto de nuestro pueblo.
Finalmente, el órgano formativo de la Parroquia de San Isidro exige a la autoridad policial que reprima a los que abusan de nuestra hospitalidad.

“Invasiones”, ‘San Isidro’, San Isidro, 13 de noviembre de 1926, p. 7