Atentado terrorista
 
“Una noche, el 27 de marzo de 1841, Manuelita recibió de manos del edecán del almirante francés Dupotet, una caja con una carta escrita por el cónsul de Portugal con sede en Montevideo en la que le decía que la caja portaba un diploma y una medalla de la Sociedad de Anticuarios de Copenhague como obsequio a Rosas. La niña dejó la caja en una mesa en el centro de la sala y al otro día se la llevó a su padre quien le pidió que la abriera. Manuelita se la llevó a su dormitorio acompañada por una amiga, Telésfora Sánchez. Dejemos que el hecho lo cuente la misma protagonista: ‘la llevé a mi dormitorio y sentada en una silla al lado de la ventana, llamé a una joven amiga mía, Telésfora Sánchez, que entonces me acompañaba, para que me ayudase a descoser los forros. Puse a un lado los forros y papeles, y al abrir la caja con la llave, saltó la tapa de un modo tan violento haciendo tan fuerte ruido que Telésfora y yo dimos un grito... Telésfora me dijo: Manuelita, fíjate, parecen cañones los tubos que la forman... Esa misma mañana la llevé a mi padre, y él, al mirar la máquina comprendió la terrible realidad. Guardó silencio un momento, y después mostrándosela al primer escribiente de la secretaría, don Pedro R. Rodríguez, le dijo: es ésta una máquina infernal enviada por mis enemigos para matarme, pero Dios es justo. Vaya Vd. inmediatamente a llamar al señor Ministro Arana. No tardó en llegar dicho señor, quien quedó doblemente aterrado al saber si hubiera sido yo la víctima de tan espantosa trama. Tanto mi padre como él me abrazaron y besaron tiernamente, felicitándome por la protección que el Todopoderoso me había dispensado, y al decirme mi padre: hija mía, demos fervientes gracias al Divino Ser que con tanta bondad nos ha salvado con su suprema protección, mi llanto, sin desprenderme de sus brazos, no le permitió continuar’.
“Como lo explica Manuelita, la caja estaba dispuesta para que al abrirse los cañoncitos ubicados en un círculo hicieran fuego. La suerte quiso que la máquina, ya sea por humedad o por algún desperfecto mecánico no funcionara.
“Después del atentado se desató el torrente de felicitaciones y alabanzas a Manuelita por haber salido ilesa del intento de asesinato.
“Hubo manifestaciones y fiestas en las parroquias. Pero el hecho suscitó otra iniciativa: se empezó a pensar en la sucesión de Rosas por si éste falleciera víctima de otro atentado o por razones naturales y los más encumbrados hombres del Partido Federal señalaron a Manuelita como sucesora de su padre. La iniciativa fue comunicada a Rosas por carta de José María Roxas y Patrón. Rosas rechazó el petitorio por lo improcedente e inapropiado de la idea”.

Jorge Oscar Sulé, Cinco mujeres de Rosas, Buenos Aires, Ediciones Fabro, 2013, pp. 26-28