Renuncia policial
 
El general Luis J. Dellepiane se hizo cargo de la jefatura de policía de la capital el 18 de noviembre de 1909, cuatro días después de la trágica muerte del coronel Falcón. Sherlock Holmes dice que la institución policial pasaba por un momento crítico y, frente a problemas de trascendental gravedad que podían abocar el país a convulsiones fatales, era necesario un hombre de un temple regulado por una prudencia y una previsión serena. Sobre la gestión de Luis J. Dellepiane, el semanario policial hace este balance:
“Abarcó desde el primer momento la intensidad del problema.
“Estudió en breves días los factores del desequilibrio interno, y suavemente, sin violencias y sin medidas extraordinarias, disolvió todas las prevenciones y desavenencias existentes y recompuso la armonía en la institución, así como por medio de una política hábil, sincera, leal, de tolerancia y de suavidades, desarmó los enconos y las resistencias de las clases populares, y conservó desde entonces el orden social sobre la base de una libertad discreta que obligó a los gremios más exaltados a deponer sus violencias y a debatir públicamente sus anhelos, sin ultrapasar los límites del respeto a los derechos de todos.
“Su acción será recordada siempre como modelo de ecuanimidad en las difíciles tareas que le tocó abordar en un momento tan escabroso de la situación del país, y todo el vecindario de la metrópoli, sin distinción de calidades sociales, tendrá siempre presente su obra de funcionario meritísimo, activo, honesto, inteligente y caballero.
“En tres años de jefatura, no ha levantado una sola crítica: vuelve a su hogar, a sus libros y a las filas del ejército, rodeado de prestigios y de afectos, después de la dura prueba en que se miden los hombres y en que se definen caracteres y aptitudes para la vida pública.
“Deja completamente disciplinada, por el control perseverante de todos los detalles de la acción de cada uno, la familia policial; incorporados a la institución progresos efectivos; implantado el concepto de la cultura y de la educación como norma de conducta, y afirmada sobre bases, que deben ser inconmovibles, la simpatía de todo el mundo a la institución policial”.

“La renuncia del general Dellepiane”, Sherlock Holmes, n° 73, Buenos Aires, 19 de noviembre de 1912


La renuncia del prestigioso militar -presentada el 15 de noviembre de 1912- obedeció a una disidencia fundamental con el Presidente de la República que, por motivos personales, deseaba que fuera separado de su puesto su sobrino, el pundonoroso comisario inspector Villar Sáenz Peña. El general Dellepiane defendió con todas sus energías a su empleado, pero ante la advertencia de que era un deseo del presidente, el jefe de policía renovó su programa sintetizado en las pocas frases pronunciadas al hacerse cargo de la jefatura: “Soy soldado y sé obedecer; pero no admito imposiciones que afecten mi independencia y mi honor de caballero y de militar”. Hizo el saludo y se retiró de la casa del doctor Roque Sáenz Peña, anunciando verbalmente al ministro doctor Gómez -que lo despidió en la puerta del despacho- su renuncia indeclinable del cargo. La solución final de esta incidencia se completó con la renuncia, que a su vez presentó el señor Villar Sáenz Peña, del cargo honorablemente desempeñado hasta entonces. La renuncia del general produjo también sus víctimas. Eran los fieles servidores del jefe que se alejaron con él: sus negros, sus chauffeurs y sus agentes de guardia. Hicieron cuestión de solidaridad y de dignidad profesional. “Los que se van”, Sherlock Holmes, n° 73, Buenos Aires, 19 de noviembre de 1912. El año anterior, con motivo de la partida hacia Europa del ex presidente Figueroa Alcorta, el semanario PBT había editado una fotografía del jefe de policía general Dellepiane al llegar al “Cap. Vilano”. “La semana a través del objetivo”, PBT, n° 319, Buenos Aires, 7 de enero de 1911.