El ocaso del Restaurador
 
“En el año 1876, Rosas le escribió a Manuelita informándole de algo que para el viejo exilado habrá sido desgarrador. ‘Triste siento decirte que las vacas ya no están en este Farm. Dios sabe lo que dispone y el placer que sentía al verlas en el field, llamarme, irme a mi carruaje a recibir alguna ración cariñosa por mis manos, y al enviar a ustedes la manteca. Las he vendido por veintisiete libras y si más hubiera esperado, menos hubieran ofrecido’.
“El hombre que en su patria tuvo rodeos de miles de cabezas de ganado, vendía sus últimas tres vacas para poder sobrevivir en el exilio por veintisiete libras.
“Seguramente de esas libras salieran las requeridas para su sepelio.
“Efectivamente meses después, en marzo de 1877, al finalizar una jornada fría de trabajo en el campo Rosas contrajo neumonía.
“En la tarde del 12 de marzo de 1877, Manuelita fue llamada con urgencia por un telegrama del médico de su tatita, Dr. Wibling. Llegó a la granja antes de la medianoche.
“El 13 Rosas permaneció estable pero al otro día muy temprano se descompuso definitivamente. Manuelita en carta a su esposo le informó: ‘Salté de la cama y cuando llegué a él lo besé tantas veces como tú sabes lo hacía siempre y al besarle la mano la sentí ya fría. Le pregunté ¿cómo te va tatita? Su contestación fue mirándome con la mayor ternura. No sé niña, no es nada...’.
“Así se clausuraba la historia de Juan Manuel de Rosas. Su hija en la misma carta a Máximo Terrero concluyó: ‘Así, tú ves, Máximo mío, que sus últimas palabras y miradas fueron para mí, para su hija...’.
“Leonardo Castellani allá por 1960 versificó:
“Sintióse en una ventolera de la pampa infinita / Hollando en un potro la gramilla helada / Oyó como una voz de lejos: ‘¿Cómo anda, Tatita?’ / Y se oyó a sí mismo muy lejos: ‘Niña, no es nada’”.

Jorge Oscar Sulé, Cinco mujeres de Rosas, Buenos Aires, Ediciones Fabro, 2013, pp. 45-46


En la foto vemos la última morada de Rosas, Burgess Farm, en Southampton.