Bibliografía
 
Bernardo P. Lozier Almazán, Beresford. Gobernador de Buenos Aires, Buenos Aires, Editorial Galerna, 1994, 302 pp.


“Si este trabajo es especialmente importante, lo es por la rotunda solvencia con que el personaje es presentado en cuanto a su perfil humano y militar y también en lo que hace a las concretas circunstancias históricas y geo-históricas que enmarcan a aquél. Nada del biografiado queda fuera del ángulo de visión del investigador, desde sus ancestros hasta su conclusión biológica y su culminación como uno de los protagonistas del período de más intensa expansión del imperialismo británico, a caballo de una revolución industrial cada vez más acentuada (con la consiguiente búsqueda de nuevas colonias y mercados) y frente al hegemonismo napoleónico cada vez más consolidado, a la postre una epopeya frustrada y precaria.
“Tal como Lozier va describiendo los sucesos, con constante remisión a sus fuentes, sin permitirse nunca una afirmación, ni siquiera una presunción, ni una deducción, ni una adjetivación que no pueda sostenerse documentalmente (el libro tiene más de quinientas citas, muchas de las cuales son muy importantes e indispensables porque incluyen jugosos agregados, complementos y comentarios al texto). Semejante laboriosidad y honestidad, debemos reconocerlo, no son frecuentes en nuestra actividad científica y, en este sentido, este aporte debe ser singularmente estimado. Aquí se ha reunido un material indispensable si se quiere ahondar en los primeros pasos de una nación confusamente independentista.
“Ya entonces –comienzos del siglo XIX– se dibujan los primeros arquetipos de nuestra contradictoria y convulsiva constitución cultural: el inclinado al extranjero, al que no puede ver como enemigo e invasor, a pesar de lo que es; al dubitativo y confuso que se pierde a cada momento al enfrentar la realidad que tanto le cuesta aceptar e interpretar; el que no piensa demasiado porque intuye dónde está o puede estar el bien; el que acierta sin dudar al percibir y definir el peligro; en fin, el traidor, es decir el que se entrega al enemigo, por pasión o por interés y el héroe que da su vida sin mayores cálculos. Todos ellos aparecen acá, con sus rostros y apellidos y con una explicitud que debemos agradecer.
“Asimismo, dejemos aclarado que no se está ante un libro de lectura dificultosa; muy por el contrario, la técnica de exposición utilizada tiene un atractivo casi novelesco, una trama en la que los distintos actores –Pueyrredon, Liniers, el propio Beresford, su segundo, el capitán Gillespie, y su poco confiable amigo Popham y otros– toman a su turno la palabra y aquí es cuando brillan los documentos (cartas, informes oficiales, eventualmente citas de otros autores) lo que le acuerda al libro una agilidad atractiva en grado sumo, logrando una especie de contrapunto a través del cual se recoge la realidad de estos hechos pretéritos con la fidelidad de los de la actualidad.
“Pero el libro contiene la descripción de la vida de un hombre, la que no se agota ciertamente con la felizmente desdichada aventura que Beresford encabezó en estas playas; su carrera –profesional y personal– continuará en Europa en el marco de la más formidable contienda del siglo y de la que su patria habría de surgir como la potencia hegemónica –de ése y de la mitad del siguiente–. Hombre casi olvidado hoy –en Gran Bretaña y en la Argentina–, estudiado como un actor secundario de los acontecimientos en que tomó intervención, fue, sin embargo, un personaje brillante de su época, siempre cerca de los grandes protagonistas, mezclando –como casi todos los de su raza– algo de héroe eficaz y de pirata idealista junto con una porción de pícaro caballero. Una personalidad tan interesante, tan atractiva y tan de su época es rescatada con nitidez y con rigurosidad en esta investigación que incorpora a un olvidado que tiene un protagonismo y un alcance (y no sólo para los argentinos) hasta ahora no correctamente apreciados.
“De cualquier manera –y lo reiteramos porque es nuclear para la evolución y caracterización de nuestro país–, cabe reconocer que subsisten algunos aspectos no esclarecidos y ni siquiera presentados a los ojos del historiador. Uno es el que la sociedad hispano-criolla no reaccionó como un solo cuerpo, como una Fuenteovejuna americana sino con dudas, debilidades y complacencias que hoy nos irritan. Juan José Castelli, Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Padilla sin duda fueron agentes colaboradores del invasor y a los que podrían agregarse algunos que, por uno u otro motivo, se identificaron con los recién llegados, tal Mariquita Sánchez de Thompson, que dejó por escrito su pueril entusiasmo ante esos rubios vestidos con tan bonitos uniformes inalcanzables para los nativos; tal también el caso de Simón de Sarratea, gustoso anfitrión de los oficiales enemigos y la inaudita pasividad con que los magistrados y cabildantes aceptaron la transferencia de una soberanía a otra sin inconveniente jurídico ni escrúpulo alguno. E, incluso, la reacción de los negros esclavos que vieron en los ingleses a sus liberadores (suposición de la que habrían de desengañarse bien pronto). Como siempre, y así es la humana naturaleza, hubieron segmentos más o menos amplios y en los diversos estratos sociales, que se avinieron a la derrota o que se negaron a ver en ésta una humillación ni, en todo caso, una alteración que lamentar y contra la cual valiera la pena rebelarse. Pero la patria, que estaba naciendo, no podía morir en el mismo instante de su alumbramiento y produjo esos factores que, heroicos y desinteresados o no, no toleraron la dominación extranjera y reaccionaron aun desconociendo que estaban gestando una nación.
“Y en una curiosa pero no sorprendente cohabitación de emociones y cálculos –propia de un pueblo como el británico, que reúne los rasgos del guerrero y del mercader–, el orgullo y la alegría con que se recibió en Londres el tesoro secuestrado en Buenos Aires, se compatibilizaron sin dificultades con un desorbitado anhelo ante las perspectivas de los nuevos negocios que prometían las tierras existentes detrás del puerto que se acababa de ocupar transitoriamente.
“En definitiva, se trata de un estudio que contempla de un modo exhaustivo el período fundacional de la nación, en el que surgen desordenadamente los factores que habrían de diseñarla y componerla. Un libro así no podía menos que recoger los claroscuros, las luces, las sombras y los grises; el mérito consiste en haberlo hecho sin apasionamientos, sin prejuicios y sin temores; se trata de una obra completamente libre”.

Hemos reproducido una parte de la recensión efectuada por Víctor Eduardo Ordóñez en el número 32 de la revista Gladius (Bs. As., abril de 1995, pp. 145-149). Existe una edición corregida y aumentada de la obra de Lozier del año 2012.