El 24 de julio de 1899, luego de ayunar durante treinta y un días, Succi tira un asalto con un artista de la compañía de Frank Brown en el Teatro San Martín. El artista empezó por tocar con dos golpes atrevidos en el vientre al ayunador y explorador italiano. Éste le contestó con dos a la cabeza, los que, si no hubiera sido por el yelmo, abren en canal al denodado contendiente. Terminado el asalto de armas, Succi vistió una armadura similar a la que usaba Don Quijote en sus primeras empresas y entró al trote largo en un brioso caballo zaino tostado, revestido de colores amarillos. Después de dar tres vueltas alrededor del circo, se quitó el yelmo y brindó a la salud del público con un aperitivo.
Los diez primeros días del ayuno estuvo Succi muy intranquilo, nervioso y malhumorado, pero los siguientes se puso en extremo amable, comunicativo y casi alegre. En los dos últimos días estaba ya impaciente por romper el ayuno, porque había soñado que comía y se le despertó un apetito voraz, excitándose en extremo: daba saltos en su caseta y hacía otras manifestaciones, como si deseara salirse por los vidrios. Le fastidiaba mucho ver poco público, como si no se hiciera caso de su experimento, pero se complacía en notar que la gente se agolpaba a mirarlo con interés. Visitaron a Succi 47.669 personas.
La ceremonia de la ruptura del ayuno se verificó a las diez de la noche y tuvo ciertas exterioridades de solemnidad arzobispal. Se presentó Succi acompañado de su secretario vestido de rigurosa etiqueta, y fue servido por éste y tres criados que se pasaban los platos con grandes cortesías antes de servirlos al anfitrión.
La mesa había sido adornada con flores, frutas y ostentaba dos botellas, una de leche y otra de cerveza. Succi empezó por manifestar a los circunstantes que era más difícil romper el ayuno que ayunar. Enseguida empezó a comer y beber moderadamente.
La hora de la comida fue amenizada por una sinfonía semifúnebre de orquesta y las ocurrencias de los tres tonis, a quienes Succi obsequió al final de su frugal comilona con una botella de champaña. Él mismo levantando la copa brindó en términos elocuentes por los circunstantes. Enseguida pidió permiso para retirarse a descansar.
Succi en libertad. Observaciones técnicas. La curiosidad pública, La Nación, Buenos Aires, 25 de julio de 1899, p. 3
Antes de romper el ayuno, Succi había resuelto no atender más el teléfono, porque desde todos los restaurantes lo invitaban a comer, citándole los más suculentos y elegidos platos, lo que constituía para él una verdadera mortificación.
El ayunador Succi. A los veinte días, La Nación, Buenos Aires, 13 de julio de 1899, p. 5
Giovanni Succi, famoso ayunador profesional, consideraba al ayuno como un espectáculo, fue todo un artista del hambre. El público de Buenos Aires pudo contemplar su ayuno a través de los vidrios de su casita, instalada en un salón del Teatro San Martín, donde tenía una cama, mesas y sillas para usar durante su encierro.
El 5 de octubre de 1888, El Imparcial de Madrid informaba que Succi diariamente tiraba al florete con los maestros Pardini y Jeandora mientras ayunaba en un pabellón del Palacio de la Industria de Barcelona. Estaba bajo la vigilancia de una comisión de médicos y periodistas, tres veces al día se le sondeaba el estómago para probar que no ingería alimentos. Al terminar Succi el ayuno puso a la venta su elixir.
El ayunador Succi, La Nación, Buenos Aires, 3 de noviembre de 1888, Noticias, p. 2