Malvinas Argentinas
 
El 6 de noviembre de 1820, el coronel de Marina David Jewett procede a tomar posesión del archipiélago de las islas Malvinas, reasumiendo el ejercicio de la soberanía, como un acto de jurisdicción propia sobre un territorio heredado de España.

El acto fue presenciado por una respetable cantidad de marinos extranjeros a quienes se les había informado previamente sobre el particular, asistiendo maravillados a un desfile militar que no brilló por la impecable presentación de los uniformes, sino por la dignidad con que lo hicieron esos pocos soldados, luciendo roídas vestimentas que habían desgastado los vientos y el salitre de una accidentada travesía.

Respecto de dicha parada militar, el capitán de la marina inglesa James Wedell dice que Jewett fue bastante inteligente para calcular el efecto de ese desfile en las mentes de los capitanes de los barcos que estaban en las islas, en su mayoría ingleses y norteamericanos. En verdad produjo tal terror en el cerebro de algunos capitanes, que de miedo a ser robados o capturados, uno de ellos propuso levantarse en armas contra él, pero ante un razonamiento sobre lo infundado de sus temores y presentándoselo al capitán Jewett confesó su error y desaparecieron sus preocupaciones.

En consecuencia, el día 6 de noviembre de 1820 queda registrado en la historia de la Nación Argentina, como uno de los fastos históricos de mayor trascendencia concretado a través de la asunción del mando militar del archipiélago malvinense, reafirmando de esa manera su soberanía en el Atlántico Sur; una vez más la patria completaba sus límites, esta vez allá en el Sur mediante una ceremonia que se caracterizó por el emocionante izamiento de la primera bandera argentina, en un improvisado mástil, levantado sobre las ruinas de puerto Soledad.

Un acto que jurídicamente adquiere un valor indiscutible, avalando la autenticidad de un derecho hereditario que la Argentina ha ejercido desde sus comienzos como nación libre e independiente.

Acallados los acordes del pito y el tambor, que acompañaron la ascensión de la insignia nacional, don David Jewett, con acento sonoro y marcial, propio de la emoción y la responsabilidad de un acontecimiento de esa naturaleza, leyó una proclama, lectura que fue rubricada con salvas de veintiún cañonazos de la fragata “Heroína”.

La noticia del acto celebrado en puerto Soledad tuvo su difusión en el exterior a través de las páginas de la “Gazeta de Salem”, de los Estados Unidos, la cual informaba a los países de habla inglesa sobre los pormenores del glorioso acontecimiento. También España recibió la noticia a través de la prensa, en este caso, las páginas de “El Redactor de Cádiz” eran el vehículo portador del acontecimiento.

El “Argos” de Buenos Aires recién publicaría la noticia el día 10 de diciembre de 1821, aunque para ese entonces la sociedad porteña ya estaba enterada del hecho merced al arribo de la goleta norteamericana “Rampart”, que había llegado al puerto el día 17 de febrero conducida por el teniente de presa Cristóbal Carnelia, integrante de la oficialidad de la “Heroína”, y que había sido comisionado por su comandante para trasladar la goleta desde las Malvinas hacia Buenos Aires en calidad de presa.

Es notable destacar, con respecto al acto jurídico-administrativo que significó la toma de posesión del archipiélago y mares adyacentes, que la Corona británica, que recién reconocería nuestra independencia en 1825, y que aún hoy esgrime pretensiones de soberanía sobre ese territorio, sobre el que pesa una ocupación de facto desde el 3 de enero de 1833, no formuló reclamos ante nuestros gobernantes ni objetó el acto posesorio registrado en puerto Soledad, ni formuló reclamaciones a los representantes diplomáticos “argentinos” destacados en Gran Bretaña.

Vale decir que el inmutable silencio de los miembros del Almirantazgo, indicó tácitamente el reconocimiento de los derechos de las Provincias Unidas del Río de la Plata sobre la totalidad de los territorios heredados de España.

Al mismo tiempo, el agente de los Estados Unidos para Chile, Buenos Aires y Perú, John Prevost, escribía al secretario de Estado John Quincy Adams, comunicándole el descubrimiento de unas islas ubicadas en el océano Atlántico Sur, y que los ingleses se encontraban muy activos para adueñarse de ellas. Los sucesos ocurridos años más tarde demostraron que aquella información del 10 de enero de 1820 constituía una verdadera advertencia. En otra comunicación epistolar, el firmante hacía hincapié en la necesidad de obtener esas islas para los Estados Unidos, lo que nos trae a la memoria la agresión norteamericana a las Malvinas en diciembre de 1831.

Esto es cuanto sucedía entonces en torno del archipiélago malvinense; mientras tanto, David Jewett permanecía en puerto Soledad desarrollando una proficua labor de defensa de la soberanía territorial, que iba acompañada con la detención de naves dedicadas al contrabando y la persecución de los foqueros y balleneros que aniquilaban la fauna marina de la zona austral burlando las leyes que establecían la prohibición de pesca.

Así fue que navegando por las adyacencias de Malvinas se recortó en el horizonte la silueta de un navío de bandera extranjera, procediéndose en consecuencia a darle caza e interceptar su avance. Logrado el objetivo pudo comprobarse que se trataba de la goleta norteamericana “Rampart”, conducida por el capitán Tomás Farrin, y procedente de Lima, Perú, desde donde había partido el 1° de diciembre de 1820 con destino al puerto de Cádiz. Hacia ese puerto español transportaba el contenido de sus bodegas, cuando David Jewett ordenó su detención bajo acusación de transportar mercadería de los realistas españoles, consistente en 500 bolsas de cacao, 200 fardos de algodón, lana y cascarilla.

A David Jewett lo reemplazó en el mando de la “Heroína” el coronel Guillermo Roberto Mason a partir del 23 de abril de 1821. Jewett, el heroico comandante, retornaba al puerto de partida totalmente desilusionado por el comportamiento de la mayoría de sus subalternos y mucho más aún del estado general de su barco, que desde el comienzo del crucero había resultado un verdadero fracaso. Pero el gobierno de las Provincias Unidas bien supo reconocer sus méritos en el desempeño de sus funciones y el fiel cumplimiento de las instrucciones. Mientras tanto, allá en las Malvinas quedaban eternizados los derechos argentinos sobre el archipiélago, merced al valeroso espíritu de un soldado que no desmayó ante el infortunio.

Pero la misión de Jewett no había concluido al delegar el mando de la fragata y su tripulación al coronel Mason, aún le correspondería intervenir en forma breve, pero decisiva en el juicio de los reos acusados de intento de motín.

El norteamericano David Jewett integra las huestes corsarias de su país destinadas a hostigar el comercio inglés, luego, “animado con la justa idea de la Libertad e Independencia”, pone proa hacia el sur del continente americano y, como comandante argentino, combatiendo pestes y motines, logra arribar a las islas Malvinas, asumiendo el gobierno del islario en nombre del “país al cual pertenecen por ley natural”; finalmente integra la Armada Imperial de Brasil ejerciendo cargos de alto rango militar durante dos décadas.

Jewett fue un correcto corsario, respetuoso de las obligaciones que le marcaban sus patentes y el Reglamento del Corso. Prestó importantes servicios en la Armada nacional desde 1815 hasta 1821. El 22 de junio de 1815 queda registrado como fecha de su arribo al puerto de Buenos Aires conduciendo el bergantín, de su propiedad, “Invencible”, portando al tope del mástil la bandera de los Estados Unidos de América.

La nave, de 440 toneladas de desplazamiento, contaba con 180 hombres de tripulación y un armamento consistente en las piezas de artillería que anotamos: 20 cañones, 14 carronadas de a 24 y 6 cañones de bronce de a 12 montados sobre correderas.

En aquellas circunstancias no le fue difícil obtener la patente de corso que había solicitado al Superior Gobierno de Buenos Aires el mismo día de su arribo a la metrópoli.

El coronel David Jewett debe ser conocido en su personalidad panamericana de corsarista y marino regular de la armada norteamericana, de su admisión en la Argentina como corsarista y jefe de corsarios hasta alcanzar el grado de coronel, y de sus servicios al Brasil, donde fue uno de los creadores de la armada brasileña, alcanzando el grado de jefe de división (contralmirante).

Véase: JOSÉ ANTONIO DA FONSECA FIGUEIRA, David Jewett. Una biografía para la historia de las Malvinas, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985


En la ilustración superior vemos a la fragata “Heroína” en Puerto Soledad el 6 de noviembre de 1820, óleo de Emilio Biggeri. La tripulación estaba integrada, en su mayor parte, por británicos y norteamericanos, contando con los esclavos José y Antonio Zimmermann.



David Jewett