Caruso, gran caricaturista y pintor
 
El mundo recuerda a Enrico Caruso como el más grande tenor de todos los tiempos. Empero, no son tantos los que lo conocen por sus sorprendentes dotes de caricaturista, aunque entre 1903 y 1921 Caruso colaboró permanentemente y en forma gratuita con La Folia de Nueva York, periódico destinado a la numerosa colectividad ítalo-norteamericana.

Caruso dibujó para dicha revista numerosísimas piezas, que incluyeron autorretratos, cantantes de ópera, directores de orquesta, compositores, violinistas, empresarios teatrales, bailarines, actores, pintores, políticos, industriales, monarcas, militares y científicos.

Un testimonio elocuente de las condiciones de Caruso como caricaturista lo brinda su esposa Dorothy:

“A menudo confesaba que habría preferido dibujar antes que cantar y a pesar de no haber nunca aprendido a dibujar, era un caricaturista”.

La última caricatura llevada a cabo por Caruso es la del famoso actor italiano Giovanni Grasso, al que conoció en Buenos Aires, y fue ejecutada en Sorrento sesenta días antes de su muerte, acaecida el 2 de agosto de 1921 en el Hotel Vesubio.


La bibliografía existente sobre el cantante napolitano permite apreciar, sin dificultad, sus magníficas cualidades como caricaturista. Empero, nada nos dice sobre su afición por la pintura.

En una nota publicada en Caras y Caretas el 3 de agosto de 1901, titulada “Caruso cantante y pintor”, se puede constatar que el cantante incursionó en la pintura como retratista y paisajista al realizar, ese año, una gira artística en nuestro país. También se puede precisar que Caruso mantuvo una estrecha amistad, durante su permanencia en Buenos Aires, con el eximio pintor paisajista y marinista Angiolo Tommasi, con quien pasaba horas de esparcimiento cambiando impresiones sobre la pintura.

No menos trascendencia revisten las fotografías que acompañan a la nota en cuestión: un boceto de retrato al óleo y una vista de Venecia, copia al óleo. En la fotografía tercera aparece el tenor ante un caballete ampliando apuntes tomados una tarde en Palermo, a orillas del lago, acompañado del artista Tommasi.

Este sorprendente hallazgo permite incluir en el campo biográfico de Caruso dos aportes prácticamente inéditos: su inclinación artística por la pintura y su presencia en el Lago de Palermo en 1901, meses antes de inaugurarse el famoso Hotel de los Lagos. Por aquel entonces Palermo y sus adyacencias era una zona especial para los artistas y literatos. Creemos conveniente recordar que Caruso, al día siguiente de volver a nuestro país en 1915, recorrió en carruaje la avenida de las Palmeras.

El tenor pretendió robarle a Palermo un fragmento de su belleza para volcarlo a la tela. En realidad, fue Caruso quien resultó atrapado e incorporado al paisaje. Desde ese lejano año de 1901 no resulta difícil evocar allí su presencia a través de nostálgicos árboles y del sereno lago tachonado de orgullosos cisnes. Ese rincón bucólico, detenido en el tiempo, aún nos habla de una belle époque cuya imagen subyace, vívidamente, en el corazón de algunos porteños.

Véase: PEDRO EDUARDO RIVERO, Caruso en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Estudios Avanzados, 1994, pp. 109-115


Ilustramos nuestro artículo con un autorretrato caricaturesco de Caruso, realizado en tinta negra sobre papel y firmado y fechado en Buenos Aires en 1917.