En un semanario ilustrado porteño, Leandro Pita Romero se ocupa en 1941 de la función política de las cacerías.
Dice que negociar detrás de un deporte o de una fiesta, es recurso viejo de los jefes de Estado. Asegura que el supremo comodín de sus conversaciones oficiales eran las cacerías efectuadas en los parques de Escocia, en los bosques de Compiégne, en los encinares de El Pardo o, en los pinares de Italia, ya que ni los árboles ni los ciervos hablan.
Otras veces una cacería servía para esquivar una negociación, matando una jornada de un programa oficial. Así, cuando en 1902 el emperador Guillermo II de Alemania visitó a Eduardo VII, éste obsequió al primero con una montería en el parque de Windsor.
Pita Romero sostiene que las monterías regias desaparecieron cuando partieron al exilio los últimos Borbones españoles. Sin embargo, reconoce que se han quedado en las litografías inglesas que ilustran las novelas del siglo XIX y decoran los pasillos de las casas de campo.
Por nuestra parte señalamos que, entre 1960 y 1970, el generalísimo Francisco Franco cazaba ciervos a caballo en los montes del palacio de El Pardo junto a Juan Carlos de Borbón, entonces Príncipe de Asturias, ministros del Gobierno, empresarios y nobles. Aquellas largas excursiones cinegéticas que reunían a personajes influyentes, significaban una oportunidad ideal para tomar serenamente decisiones políticas y económicas relevantes.
Al desterrar a la cinegética de la política, la democracia moderna ha devuelto el silencio al bosque; no suena ya en su vastedad el largo eco de los cuernos de caza, ni el latir de las nerviosas jaurías, ni se volvieron a ver sobre el terciopelo verde de los parques el rojo de las libreas, el blanco de los breeches y el negro de las faldas de las amazonas cubriendo el arzón y besando el estribo, concluye Pita Romero.
Véase: LEANDRO PITA ROMERO, El sigilo diplomático: De las cacerías a los cruceros, El Hogar, n° 1664, Buenos Aires, 5 de septiembre de 1941, p. 4, 5 y 55
Este autor también se ocupa de la función política de ciertos cruceros de placer, donde los soberanos negocian convenios internacionales en un ambiente distendido.
Afirma que lo moderno es hacer diplomacia en los medios de locomoción, ya sean trenes o barcos. Se refiere a la llamada política de vagón y de cubierta o de cancillerías ambulantes.
Pita Romero vaticina la diplomacia aérea, con presidentes que se entrevistan en algún lugar del espacio, a bordo de una fortaleza volante, para poder hablar más a sus anchas.
Recordamos que las cacerías de la corte alemana se celebraban con gran etiqueta y aparato. Las damas lucían traje de amazona con casaca roja y sombrero de tres picos; los caballeros vestían casaca roja, botas de montar y gorra de terciopelo negro. Los monteros de palacio llevaban enormes jaurías de espléndidos perros.
Las cacerías ofrecidas por Guillermo II en 1903 solían durar hasta ocho días consecutivos. Uno de sus sitios preferidos era el pequeño castillo o apeadero de Springe, en Hannover, situado en medio de un extenso parque donde se criaban, en completa libertad, hermosos ciervos y jabalíes. En ese castillo había un smoking room adornado únicamente con las cornamentas de los ciervos cazados por el emperador.
Una espectacular partida de caza, realizada en el coto de Doebritz a comienzos de diciembre de 1905, fue parte del programa de agasajos brindado por Guillermo II a Alfonso XIII con motivo de su gira por Alemania. En el séquito del kaiser estaban a caballo el canciller von Bülow, varios miembros del gobierno y el príncipe de Plesses, muy afamado en la corte como cazador; la emperatriz, el príncipe imperial de Prusia y los príncipes Eitel-Federico y Adalberto se desplazaron en automóvil.
Asimismo, a fines del año 1903 el presidente francés Emilio Loubet ofreció en Rambouillet una cacería al rey de Italia Víctor Manuel III. En un intervalo de la misma, los gobernantes se alejaron del grupo de cazadores para conferenciar a solas. Aquella conversación cinegética ayudó a fraternizar a ambos jefes de Estado y a resolver cuestiones de política exterior.
Más adelante, en el coto de caza del mismo castillo de Rambouillet, Valéry Giscard dEstaing, organizará partidas de caza cuando presida el país galo entre 1974 y 1981; uno de sus sucesores, Nicolás Sarkozy, hizo lo mismo el 12 de febrero de 2010 en el castillo de Chambord, pese a que las monterías presidenciales habían caído en desuso durante el mandato de Jacques Chirac (1995-2007).
En la foto vemos al emperador Guillermo II de Alemania rematando un jabalí en una cacería efectuada en Springe a fines del año 1912.