DUELOS MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS
 
“Estaban en el lugar equivocado, en el momento inoportuno. Naturalmente, se convirtieron en héroes”.
Princesa Leia Organa, senadora de Alderaan




Entre los duelos intergalácticos curiosos encontramos uno a espada y pistola en La guerra de las galaxias (Star Wars), novela de George Lucas, director de la película del mismo título que inicia la mítica saga.

Dicho combate tuvo lugar hace mucho, mucho tiempo, en el remoto planeta Tatooine, más precisamente en la barra de una cantina del puerto espacial de Mos Eisley. Efectuado entre el general Obi-wan Kenobi y unas criaturas abominables de otros mundos, se asemeja a los duelos a revólver del Lejano Oeste y a nuestros duelos criollos a facón.

El general Kenobi, uno de los últimos miembros de la inmemorial Orden de los Caballeros Jedi, se vio obligado a defender a su joven discípulo, Luke Skywalker, que estaba a punto de ser ajusticiado por unos provocadores matones. Conciliador, el general Kenobi, intentó disuadir a los extraños seres invitándoles una copa pero los rufianes, sacando a relucir sus pistolas desintegradoras, sólo querían una pelea sucia.

Kenobi, conocedor de la técnica de la esgrima antigua, con su espada de luz le cortó la mano al ser humano; los dos monstruos no tuvieron tanta buena suerte como su colega pues fueron partidos en dos.

La espada de luz era el arma obligada del caballero jedi, arma elegante que también era un símbolo. Para utilizarla se necesita algo más que la visión. No es tan incómoda ni aleatoria como una pistola desintegradora. Cualquiera puede utilizar un desintegrador o un cortafusión, pero emplear bien una espada de luz es la señal distintiva de alguien que se encuentra un escalón por encima de lo normal.

A continuación, el general Kenobi, sumamente respetuoso del ceremonial del duelo moderno, bajó la antigua espada de luz y la levantó otra vez pausadamente, en un movimiento reflejo de saludo que concluyó con el arma desactivada apoyada inofensivamente en su cadera.

Este último movimiento interrumpió el silencio total que había envuelto a la sala. Se reanudaron las conversaciones, así como los movimientos de los cuerpos en las sillas, y el chasquido de los jarros y picheles y otros cacharros en las mesas.
Sólo faltaba oír el sonido del piano de los salones de los vaqueros o el de las guitarras de los payadores de nuestras pulperías.
El cantinero y sus ayudantes se apresuraron a retirar los repugnantes cadáveres, mientras el hombre mutilado se mezclaba en silencio con los reunidos, acariciando el muñón de su brazo y considerándose afortunado.

Aparentemente, la cantina había recuperado su estado anterior con una ligera excepción: el general Kenobi gozaba de un respetable espacio en la barra.

Todos estaban atónitos ante la rapidez de la lucha y la habilidad ni siquiera imaginada del distinguido anciano. Todos admiraban la pulcritud con que Kenobi había resuelto la pelea. Evidentemente, ¡la Fuerza lo acompañaba!

Fuente: GEORGE LUCAS, La guerra de las galaxias, Barcelona, Librería Editorial Argos, 1977, pp. 121-124.



La guerra de las galaxias (1977): La barra de la cantina del puerto espacial de Mos Eisley




La guerra de las galaxias (1977): Luke Skywalker (Mark Hamill) y Obi-wan Kenobi (Sir Alec Guinness) en la barra de la cantina del puerto espacial de Mos Eisley, detrás de las escenas


La guerra de las galaxias (1977): El caballero jedi Obi-wan Kenobi (Sir Alec Guinness):






No es un duelo entre pares. Se trata de un duelo entre tres borrachos de mala fama y un caballero. Éste salió en defensa del honor ultrajado de otro caballero que había sido amenazado de muerte estando desarmado.

Luke Skywalker era hijo de otro valiente caballero jedi que había sido gran amigo de su mentor, Kenobi. Durante más de mil generaciones, los caballeros jedi fueron la fuerza más poderosa y respetada de la galaxia. Actuaron como guardianes y garantizadores de la paz y la justicia en la Antigua República.

Más adelante, en la estación de combate enemiga conocida con el nombre de Estrella de la Muerte, Kenobi se enfrentará en un duelo a muerte con su antiguo y brillante discípulo –ahora al servicio del siniestro Imperio–, el malvado Darth Vader, Señor del Sith.

Kenobi activó la antigua espada y adoptó la posición del guerrero preparado, en un movimiento logrado con la facilidad y la elegancia de un bailarín. Lord Vader –con coraza y casco similares a los de los guerreros samurai– le imitó bastante toscamente. Nótese la situación ventajosa del duelista Vader gracias a su vestimenta guerrera; a diferencia del peto y la careta de esgrima, su armadura ofrece una gran protección, asimismo usa una especie de guantelete, guarda hombros, guarda brazos y guarda piernas, elementos ausentes en la indumentaria de Kenobi. Transcurrieron varios minutos de inmovilidad mientras los dos hombres se observaban, como aguardando una señal aún no pronunciada.

De repente, Kenobi realizó un movimiento de increíble agilidad para alguien tan anciano y arremetió contra la imponente forma. Vader paró el golpe con la misma velocidad y replicó con un contragolpe que Kenobi apenas esquivó. Una nueva arremetida y Kenobi replicó, aprovechando la oportunidad para rodear al imponente Oscuro Señor.

Siguieron intercambiándose golpes y el anciano retrocedía hacia un hangar. En un momento dado, su espada y la de Vader se entrelazaron y la interacción de los dos campos de energía produjo chispas y relámpagos violentos. De las esforzadas unidades de poder surgió un sonido suave y zumbante mientras cada una de las espadas intentaba anular al otro.

Vader volvió a arremeter, hizo una finta y después trazó un arco descendente y mortal con la espada. Dio en el blanco, y cortó limpiamente en dos al anciano. Se produjo un breve relámpago mientras el manto de Kenobi revoloteaba hasta el suelo en dos trozos simétricos.

Pero el general Kenobi no estaba dentro. Lord Vader, que sospechaba algún truco de su antiguo maestro, atizó con la espada los fragmentos vacíos del manto. Ni señales del anciano: había desaparecido como si jamás hubiese existido.

Fuente: GEORGE LUCAS, op. cit., pp. 204-208.

La guerra de las galaxias (1977): Duelo entre Obi-wan Kenobi (Sir Alec Guinness) y Darth Vader (David Prowse):








En El Imperio contraataca (The Empire strikes back), novela de Donald F. Glut basada en el relato de George Lucas y segunda parte de la saga La guerra de las galaxias, el duelista Vader continúa impartiendo lecciones forzadas de esgrima, esta vez su contrincante será el aprendiz de caballero jedi Luke Skywalker. El inevitable duelo a espada se efectúa en una cámara congeladora de carbono ubicada en la Ciudad de las Nubes del barón-administrador Lando Calrissian.

Luke cogió la empuñadura perfectamente acabada de su espada de luz y encendió la hoja láser.

En ese mismo instante, Vader encendió su propia espada y esperó serenamente el ataque del joven Skywalker.

El profundo odio que sentía hacia Vader impulsó a Luke a atacar irreflexivamente, por lo que dejó caer su hoja chisporroteante sobre la del Oscuro Señor. Con un movimiento defensivo del arma, Vader desvió el golpe sin dificultad.

Luke volvió a atacar. Una vez más, sus hojas de energía se cruzaron.

Después ambos permanecieron quietos y se miraron atentamente durante un interminable momento, a través de las espadas de luz entrecruzadas.

Las luces de las espadas se entrecruzaban en el reanudado combate que libraban Luke Skywalker y Darth Vader sobre una plataforma, encima de la cámara congeladora de carbono.

Luke sentía que la plataforma se estremecía a cada golpe y a cada estocada de sus armas, pero seguía impertérrito, pues con cada movimiento de la espada alejaba al maligno Darth Vader.

Vader, que serenamente utilizaba su espada de luz para parar las agresivas estocadas de Luke, en medio de la lucha hizo dos graciosos movimientos y enganchó el arma de Luke, se la quitó de las manos y la arrojó a lo lejos. Un rayo de energía de Vader a los pies de Luke hizo saltar a éste hacia atrás en un esfuerzo para protegerse, pero trastabilló y cayó escaleras abajo.

Tendido sobre la plataforma, Luke levantó la vista y vio que la siniestra y oscura figura se cernía sobre él desde lo alto de la escalera. Luego la malévola figura voló directamente hacia él, con su capa negra ondeando en el aire como las alas de un murciélago monstruoso.

Luke rodó rápidamente de costado sin apartar los ojos de Vader mientras la enorme figura negra aterrizaba silenciosamente a su lado.

Luke empezó a retroceder para alejarse del Señor del Sith que avanzaba hacia él. Inesperadamente el Oscuro Señor asestó a Luke un golpe tan fuerte con su espada de luz que el joven perdió el equilibrio y cayó en una abertura.

Vader se volvió de espaldas al foso de congelamiento y desactivó con indiferencia su espada de luz.

Luke estaba suspendido de unos tubos flexibles que colgaban de lo alto, después de saltar unos cinco metros en el aire para escapar de la carbonita.

Luke volvió a caer sobre la plataforma, al otro lado del humeante foso. Extendió la mano y su espada, caída en otra parte de la plataforma, voló hacia él para que la empuñara. Instantáneamente se encendió la espada de luz.

La espada de Vader cobró vida al momento.

Luke comenzó a avanzar prudentemente en dirección a Vader. Mientras Luke se aproximaba, Vader retrocedía lentamente. Luke se echó sobre él con la intención de golpearle vigorosamente, pero cuando Vader bloqueó sus movimientos perdió el equilibrio y cayó por el borde exterior de las humeantes tuberías.

Aunque casi se le doblaban las rodillas, Luke apeló a todas sus fuerzas, avanzó prudentemente hasta el borde y miró hacia abajo. No vio huellas de Darth Vader. Apagó su espada de luz, la prendió en el cinturón y bajó al foso.

Se dejó caer al suelo y se encontró en una espaciosa sala de control y mantenimiento, abierta al reactor que daba energía a toda la ciudad. Echó un vistazo a la cámara y su mirada tropezó con una gran ventana. Frente a ella se destacaba, erguida e inmóvil, la figura de Darth Vader.

Luke se acercó lentamente a la ventana y volvió a encender su espada de luz.

Pero Vader no encendió su propia espada ni hizo ningún esfuerzo por defenderse mientras Luke se aproximaba.

Luke aferró con ambas manos su espada de luz letal, apretando la suave empuñadura como si fuera una antigua arma. Levantó la espada para dar el golpe que destruiría a aquel horror enmascarado.

Sin darle tiempo a moverse, Vader le arrojaba objetos pesados de gran tamaño para golpearlo. Luke se volvió instantáneamente, lanzó un destello y comenzó a desviarlos, cortándolos en trozos con su espada de luz.

Bombardeado por todas partes, Luke hizo todo lo posible por eludir el ataque, pero empezó a sangrar y a llenarse de contusiones en el intento.

Una gran pieza chocó contra el cuerpo de Luke, se desvió y rompió la amplia ventana, dando paso al ululante viento. De pronto todo empezó a volar en la habitación y el feroz viento azotó el cuerpo de Luke y llenó la estancia con un amenazador aullido.

Mientras el Oscuro Señor del Sith se acercaba, un último fragmento pesado voló por el aire, golpeó al joven jedi y lo arrojó a través de la ventana rota. Todo se convirtió en una inmensa niebla mientras el viento le arrastraba, hasta que logró sujetarse a un saliente con una mano.

Cuando el viento amainó y su visión se aclaró, Luke se dio cuenta de que colgaba del caballete del eje del reactor exterior a la sala de controles. Miró hacia abajo y vio lo que parecía ser un abismo infinito.

Firmemente sujeto al saliente con una sola mano, Luke logró sujetar la espada en el cinturón para luego aferrarse con ambas manos. Se alzó, trepó al caballete y se irguió, justo a tiempo para ver a Darth Vader que se acercaba andando sobre el eje.

Vader dio otro paso; Luke levantó instantáneamente su espada, dispuesto a reanudar la batalla.

Luke se abalanzó sobre el Oscuro Señor y asestó un violento golpe con su fulminante rayo láser, que le atravesó la coraza y le abrasó la carne. Vader se tambaleó y una vez más avanzó por el estrecho caballete hacia Luke, con la aparente intención de quitarle la vida.

El viento que ululaba a través del eje del reactor absorbía por completo los sonidos del choque de las espadas de luz.

Luke atravesó ágilmente el caballete y se refugió debajo de un enorme instrumento para escapar de su enemigo. Pero Vader le alcanzó en un instante y, utilizando su espada a la manera de una guillotina, desprendió el instrumento. El complejo instrumental empezó a caer pero bruscamente quedó atrapado por el viento e inició un movimiento ascendente.

Un instante de distracción era todo lo que Vader necesitaba. Cuando el instrumento empezaba a flotar, Luke le dirigió una involuntaria mirada. En ese segundo el rayo láser del Oscuro Señor cortó la mano del joven Luke, cuya espada de luz también voló por los aires.

El dolor era atroz. Luke se apretó el antebrazo debajo de la axila para aplacar el dolor. Retrocedió por el caballete hasta llegar al otro extremo, acechado en todo momento por la aciaga visión del manto negro.

El viento amainó brusca y amenazadoramente. Luke comprendió que ya no tenía dónde huir.

“No hay salida”, le advirtió el Oscuro Señor del Sith desde la enormidad de su figura de ángel negro de la muerte. Lo invitó a unírsele para que juntos fueran más poderosos que el emperador y rigieran la galaxia.

Luke no cedió ante la gran tentación del poder y se negó rotundamente.

Vader le confesó que era su padre pero Luke, atónito e incrédulo, contempló al guerrero vestido de negro y retrocedió ante semejante revelación. Los dos beligerantes, padre e hijo, se miraron a los ojos.

Al principio, Luke se negó a creer lo que acababa de oír pero, poco a poco, fue comprendiendo la cruda verdad.

Con la serenidad que le transmitieran sus maestros Kenobi y Yoda, Luke Skywalker tomó una decisión que podía ser la última de su vida. Dio un paso hacia el vacío abismo que se abría a sus pies, tan inconmensurable era la profundidad que podría haber estado cayendo en otra galaxia.

Darth Vader avanzó hasta el extremo del caballete para observar cómo se hundía Luke. Empezó a soplar un fuerte viento que hizo ondular el manto negro a sus espaldas mientras permanecía asomado al borde del precipicio.

El cuerpo de Skywalker descendió rápidamente. En su caída de cabeza, el herido jedi buscó desesperadamente algo a lo que cogerse para interrumpir la caída.

Luke fue tragado por un enorme tubo de escape de un costado del eje del reactor pero no pudo frenar su inexorable deslizamiento y cayó a través de la neblinosa atmósfera. Su cuerpo giraba y sus brazos aleteaban con la esperanza de sujetarse a algo sólido.

Después de lo que pareció un siglo logró aferrarse a una veleta electrónica que sobresalía de la superficie inferior de Ciudad de las Nubes, en forma de proa. Firmemente sujeto de la veleta, se sintió abofeteado por el viento y las nubes que giraban a su alrededor, mientras libraba un tremendo duelo con la Muerte en el que sale victorioso gracias al heroico rescate de sus fieles amigos Lando, Chewbacca, Artoo Detoo, See Threepio y Leia. El eterno duelo con Vader concluirá en el siguiente episodio de la saga.

Fuente: DONALD F. GLUT, El Imperio contraataca, Barcelona, Editorial Argos Vergara, 1980, pp. 179-199.

El Imperio contraataca (1980): Duelo en la Ciudad de las Nubes entre Luke Skywalker (Mark Hamill) y Darth Vader (Bob Anderson), delante y detrás de las cámaras:




























El gran esgrimista Bob Anderson como Darth Vader


Hacemos un paréntesis para comentar que en esta misma obra, páginas atrás, encontramos otro duelo entre Skywalker y Vader. Transcurre en el planeta Dagobah mientras Skywalker se entrenaba para ser jedi y así alcanzar la sabiduría. Yoda, el maestro del aspirante a jedi, le exige al joven Skywalker que ingrese en una cueva oscuramente siniestra que se hallaba en un árbol enorme y enmarañado, con la corteza ennegrecida, seca y desmoronada.

Difícil prueba en la que Luke reunió valor y ánimo para aprender e introducirse en ese árbol y hacer frente a lo que le esperaba. Allí escuchó un siseo muy claro. Veamos entonces cómo Donald F. Glut describe la escalofriante escena:

“El sonido le resultó conocido. Permaneció inmóvil en su lugar. Había oído ese siseo incluso en pesadillas: era la respiración dificultosa de una cosa que antaño había sido un hombre.

“Una luz apareció en la oscuridad: la llama de una espada láser recién encendida. Gracias a ella, Luke vio que la alta figura de Darth Vader elevaba el arma encendida para atacar y arremetía contra él.

“Gracias a la disciplina del aprendizaje, Luke estaba preparado. Alzó su sable de luz y esquivó hábilmente el ataque de Vader. En un único movimiento, Luke se volvió hacia Vader y, con la mente y el cuerpo totalmente concentrados, convocó a la Fuerza. Al sentir que su poder le acompañaba, Luke alzó su arma láser y la dejó caer estrepitosamente sobre la cabeza de Vader.

“Con ese poderoso golpe, la cabeza del Oscuro Señor quedó separada del cuerpo. La cabeza y el casco cayeron y rodaron por el suelo de la caverna con un ruidoso estrépito metálico. Asombrado, Luke vio cómo la oscuridad se tragaba todo el cuerpo de Vader. Después observó el casco, que se detuvo directamente delante de él. Durante unos segundos, el casco permaneció totalmente inmóvil, pero después se partió por la mitad y se abrió.

“Sobresaltado y sin poder creerlo, Luke vio que el casco roto se abría y no mostraba el rostro desconocido e imaginado de Darth Vader sino su propia cara, que le miraba.

“Horrorizado, quedó boquiabierto. A continuación, con la misma rapidez con que había aparecido, la cabeza decapitada desapareció como si se tratara de una visión espectral.

“Luke fijó la mirada en el espacio vacío donde habían estado la cabeza y los fragmentos del casco. La cabeza le dio vueltas y las emociones que bullían en su interior eran casi insoportables.

“¡El árbol!, se dijo. Se trataba de un truco de esa horrible caverna, de una charada de Yoda, organizada de ese modo porque había entrado en el árbol provisto de un arma”.

Evidentemente Luke luchaba contra sí mismo; un interminable duelo psicológico donde enfrenta sus recurrentes y temidas fobias y obsesiones. Aquella inquietante visión contenía un significado aún más siniestro. Pasó mucho tiempo hasta que Luke Skywalker logró salir de esa caverna profunda y oscura que también llegaba hasta el fondo de su propia alma.

Fuente: DONALD F. GLUT, op. cit., pp. 142-143.

Bonus track: El Imperio contraataca (1980): Duelo psicológico en Dagobah entre Luke Skywalker (Mark Hamill) y Darth Vader (Bob Anderson):












El maestro jedi Yoda (Frank Oz)


En El retorno del jedi (Return of the Jedi), novela de James Kahn basada en el guión cinematográfico de George Lucas y tercer capítulo de Star Wars, Luke Skywalker termina el entrenamiento de caballero jedi para poder enfrentar su destino: el inconcluso duelo con su padre, Darth Vader. El combate a espada tiene lugar en el salón del trono de la inacabada estación de combate Estrella de la Muerte II, gigantesca estación espacial del Imperio más del doble de poderosa que su predecesora del mismo nombre.

Luke ya no utilizaba la espada de su padre, además de hábil esgrimista era un eximio armero pues había construido su propia espada de luz láser.

Luke encendió su espada de luz y, cargando todo el peso de su cuerpo, lanzó un tremendo mandoble dirigido al cráneo del emperador.

En el mismo instante, la espada de Vader salió a relucir, deteniendo el ataque de Luke a escasos centímetros de la cabeza del soberano. Las chispas saltaron como si fuera acero en fundición, bañando con brillo demoníaco la sonriente faz de Palpatine.

Luke retrocedió de un salto y giró, alzando la espada de luz para enfrentarse a su padre. Vader extendió su propia espada, equilibrándose así para luchar.

El emperador suspiró placenteramente y se sentó en el trono frente a los combatientes; único testigo de la horrenda y ofensiva contienda.

Lentamente, Luke y Vader giraron en círculo. Con la espada de luz elevada por encima de su cabeza, Luke preparaba su acometida partiendo de la clásica primera posición; Vader respondía, también en forma clásica, manteniendo su arma en posición lateral. Sin previo aviso, Luke lanzó un tajo vertical y, cuando Vader se volvió para interceptarlo, Luke hizo una finta y tiró una estocada por abajo. Vader contrarrestó el golpe y dejó que la fuerza del choque elevara su espada hacia la garganta de Luke, pero éste halló el medio de repeler el ataque y dio un paso atrás. Los primeros golpes no habían producido daño alguno: De nuevo giraron en círculo.

Vader estaba impresionado por la velocidad de reacción de Luke; incluso se sentía satisfecho.

Luke atacó otra vez con mayor agresividad. Avanzó con una ráfaga de estocadas, cada una seguida por un fuerte crujido de la espada de luz de Vader. El Señor Oscuro retrocedía un paso a cada golpe y giró una vez sobre sí mismo para asestar un peligroso y truculento mandoble, pero Luke lo rechazó e hizo retroceder a Vader aún más. El Señor del Reverso Oscuro perdió momentáneamente pie en el primer peldaño de las escaleras, y cayó dando tumbos hasta quedar de rodillas.

Luke permaneció de pie en la cima de las escaleras, henchido con su propio poder. Ahora Vader estaba en sus manos, podía disponer del Señor Oscuro, de su vida, de su espada, pero Luke dio un paso atrás y bajó su espada.

En aquel instante, Vader atacó. Desde la mitad de las escaleras arremetió forzando a Luke a revolverse defensivamente. Enzarzó la espada del muchacho con la suya, pero Luke se zafó y, de un salto, aterrizó en una exigua plataforma que colgaba sobre sus cabezas. Vader saltó una barandilla y quedó justo debajo de la plataforma donde se acuclillaba Luke.

El joven jedi le declaró a su padre que no iba a luchar con él.

Vader arrojó con fuerza su centelleante espada de luz y voló a través de los soportes –cortándolos– de la plataforma para volver a la mano de su dueño. Luke cayó al suelo y rodó hasta otro nivel inferior, debajo de la inclinada plataforma, y más al fondo, protegido por las sombras de la estructura superior. Vader recorrió el perímetro del área buscando al chico, pero no quiso entrar en las espesas sombras.

Luke posó su espada de luz en el suelo y la hizo rodar hacia Vader. La espada se detuvo a mitad de camino entre ellos. El Señor Oscuro alzó su mano y la espada de Luke saltó hasta ella. Vader la enganchó en su cinturón y, con grave incertidumbre, penetró en la zona en tinieblas.

Vader manifestó su deseo de llevarse a Leia al lado oscuro, al Reino de las Tinieblas. Leia era la última e inasequible esperanza de todo el Universo. ¡Luke debía salir en rescate de la dama!

La espada de luz voló del cinturón de Vader a la mano de Luke, encendiéndose durante el trayecto. Luke se abalanzó sobre su padre con un frenesí desconocido hasta entonces, tanto para él como para Vader. Los gladiadores batallaron ferozmente, las chispas saltando a cada choque de sus radiantes armas, pero pronto fue evidente que toda la ventaja era de Luke. Y la empleaba a fondo. Engancharon sus espadas en lucha cuerpo a cuerpo. Cuando Luke empujó a Vader para zafarse de su abrazo, el Señor Oscuro golpeó su cabeza contra una viga que sobresalía en el exiguo espacio. Tambaleándose, se retiró más allá de la zona en penumbra y de bajo techo, mientras Luke le perseguía incansable.

Golpe tras golpe, Luke forzó la retirada de Vader a través del puente que cruzaba el enorme –y aparentemente sin fondo– pozo que conducía al corazón energético de la Estrella de la Muerte. Cada mandoble, cada estocada de la espada de luz de Luke, sacudían a Vader como si fueran acusaciones, gritos, fragmentos de un odio mortal.

El Señor Oscuro se vio forzado a postrarse de rodillas. Alzó su mano para detener otra furiosa acometida y, Luke, de un tajo, cortó limpiamente la mano de Vader a la altura de la muñeca.

La mano, junto con trozos de metal, cables e ingenios electrónicos, cayó a un lado, resonante e inútil. La espada de luz de Vader rodó hasta el borde del puente, para caer, sin dejar rastro, por el interminable pozo. Evidentemente, el desarmado duelista quedó imposibilitado de continuar el combate.

Luke miró fijamente a la retorcida y averiada mano mecánica y, luego, a su propia y enguantada prótesis artificial. De pronto advirtió cuán semejante a su padre había llegado a ser. Semejante al hombre a quien odiaba.

Presa de un súbito temblor, se irguió sobre su padre con la punta de su espada casi rozando la garganta del Señor Oscuro. Deseaba destruir definitivamente a ese ser fruto de la Oscuridad, esa cosa que fue antes su padre, esa cosa que era... él.

De repente, el emperador Palpatine apareció a su lado observando y riéndose con incontrolable y satisfecha agitación.

El emperador instó a Luke a que cometiera un parricidio y, a cambio, le ofrecía tomar el puesto de su padre junto a él.

Luke miró a su padre, luego al emperador y, de nuevo, a Vader. Esto era Oscuridad, y era la Oscuridad lo que él odiaba. No a su padre, ni siquiera al emperador, sino a la Oscuridad en ellos. En ellos y en sí mismo.

Y la única vía posible para destruir la Oscuridad consistía en renunciar a ella. Por el bien de todos. Luke se plantó frente al emperador, con súbita firmeza, y tomó la decisión que le había llevado toda una vida de preparación y entrenamiento. Arrojando lejos de sí la espada de luz, juró que jamás se convertiría al Reverso Oscuro pues era un jedi, como antes de él lo fuera su padre. Luego exclamó: “Has fallado, Palpatine”.

El júbilo del emperador se tornó en áspera rabia y le replicó: “Entonces sé un jedi; si no te conviertes, serás destruido”.

Palpatine tomó el lugar de Vader para continuar el terrible duelo y alzó sus huesudos brazos en la dirección de Luke. Cegadores rayos de blanca energía brotaron de sus dedos, cruzaron la habitación como luces hechiceras y comenzaron a desgarrar las entrañas de Luke.

Luke alzó sus brazos para desviar los rayos. Al principio tuvo éxito y la luz rebotó de sus puños, yendo a chocar, inerte, contra las paredes. Sin embargo, pronto las oleadas surgieron con tal velocidad y poder, envolviéndole y penetrando en él, que comenzó a encogerse ante ellas, convulsionado por el dolor, las rodillas doblándose y sus poderes en reflujo.

La dantesca escena se parecía a un duelo de magia entre hechiceros, con sus prodigios, encantamientos y rayos arrasadores.

Vader, mientras tanto, se arrastraba como un animal herido hacia el emperador.

Luke estaba casi inconsciente bajo el continuo asalto de los rayos del emperador.

El emperador sonrió torvamente al exhausto joven jedi, mientras que Vader, al lado de su amo, luchaba por ponerse en pie.

Palpatine se rió demencialmente y aumentó la intensidad de los rayos que manaban de sus dedos. El sonido rechinaba por toda la habitación y la brillantez asesina de las ráfagas era abrumadora.

El cuerpo de Luke decayó y, finalmente, se plegó bajo la espantosa barrera de luz. Dejó de moverse hasta parecer totalmente inánime. El emperador siseó malévolamente.

En ese preciso instante, Vader brincó y aferró al emperador desde atrás, sujetándole los brazos. Ignorando su debilidad y dolor, Vader enfocó ciegamente toda su voluntad en su inmenso deseo de derrotar al demonio que albergaba el cuerpo del emperador.

Palpatine luchó contra el abrazo insensible de Vader; sus manos aún arrojaban oleadas de energía en todas direcciones. En su salvaje forcejeo, los rayos rasgaron el habitáculo y rebotaron sobre Vader. El Señor Oscuro cayó de nuevo al suelo, mientras que las corrientes crepitaban sobre su casco, sobre su capa, penetrando hasta su corazón.

Pese a todo, Vader no soltó su presa y, tambaleándose, la arrastró sobre el puente situado sobre la negra sima que conducía al corazón energético de la Estrella de la Muerte. Sostuvo al aullante déspota por encima de su cabeza y, con las últimas gotas de su fuerza, lo arrojó al abismo. El duelo había terminado.

El cuerpo de Palpatine, vomitando aún rayos de luz, giró fuera de control, rebotando en las paredes del pozo mientras caía. Finalmente, desapareció, pero, instantes más tarde, se oyó una explosión lejana en el centro de la estación de combate. Un golpe de aire ascendió hasta el salón del trono. El principal y poderoso ser demoníaco que aglutinaba al Imperio con su sola presencia ya no existía.

El viento ondeó la capa de Vader, mientras él, tambaleándose, se derrumbó al lado del enorme agujero. Luke se arrastró hasta su padre y lo retiró del borde de la sima, poniéndolo a salvo.

Ambos yacieron en el suelo, entrelazados entre sí; demasiado débiles para moverse, demasiado conmovidos para hablar.

De esta forma, la reconciliación de los duelistas también resultó ser la anhelada reconciliación entre padre e hijo. Poco después, habiendo recuperado el honor, el noble caballero jedi Anakin Skywalker –antes Darth Vader– cerró los ojos y expiró.

Fuente: JAMES KAHN, El retorno del jedi, Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1983, pp. 129-178.

Como hemos visto, la amenaza que Vader le dirigió a Luke de llevarse a su hermana Leia al Lado Oscuro, provoca en el joven jedi un ataque impetuoso y destructor contra su padre. En el filme El retorno del jedi (1983), el brillo de las espadas láser unido a la impactante banda sonora de John Williams, logra una emocionante escena que abre la puerta a la redención de Darth Vader cuando salva a su hijo de las garras del emperador Palpatine–Lord Darth Sidious (Ian Mc Diarmid). Este duelo múltiple entre padre e hijo y el emperador es el alma de Star Wars, su corazón y epicentro dramático; escena cumbre de la inmortal saga galáctica que reproduciremos a continuación:


El retorno del jedi (1983): Duelo entre Luke Skywalker (Mark Hamill) y Darth Vader (Bob Anderson):










Reconciliación de los duelistas, David Prowse como Darth Vader


En definitiva, los duelos de Star Wars simbolizan el combate de la Luz contra las Tinieblas, la gran lucha del Bien contra el Mal.

En estas páginas también queremos rendir un justo tributo a la memoria del gran esgrimista inglés Robert James Gilbert “Bob” Anderson (1922-2012), quien fuera el doble del actor David Prowse (Darth Vader) en los duelos de los filmes El Imperio contraataca (1980) y El retorno del jedi (1983).
Lobo de mar, esgrimista olímpico, maestro de armas, entrenador del equipo nacional de esgrima de Gran Bretaña, presidente de la Academia Británica de Esgrima, coreógrafo de escenas de esgrima en resonantes filmes, Bob Anderson ayudó a crear varios de los duelos a espada más grandes de la historia del cine al entrenar actores de la talla de Errol Flynn (El Señor de Ballantrae, 1953; Espadas cruzadas, 1954), Antonio Banderas y Catherine Zeta-Jones (en los filmes de “El Zorro”), por sólo mencionar algunos intérpretes, y al usar la armadura y la espada del villano Vader –secreto revelado por Mark Hamill en 1983–.
Asimismo, habiendo estudiado profundamente la obra de Tolkien, realizó las coreografías de las luchas a espada de la fantasía épica medieval El Señor de los Anillos (2001-2003), trilogía cinematográfica dirigida por Peter Jackson.
Generalmente tras bambalinas, como entrenador y asesor de esgrima, Anderson es el gran artífice de los duelos a espada que convirtieron en clásicos a películas como Barry Lyndon (1975), La máscara del zorro (1998), Piratas del Caribe: La maldición del Perla Negra (2003), La leyenda del zorro (2005) y Alatriste (2006). Por lo tanto, ¡Anderson merece llevarse su corona de gloria!



Bob Anderson en 2001 con una espada de El Señor de los Anillos, foto de Jonathan Player


Podemos agregar algunas curiosas historias genealógicas. En la saga Star Wars aparecen vínculos familiares que no son tales, pues finalmente se descubren los verdaderos lazos de parentesco y cesan los conflictos de identidad. Cunas cambiadas, hermanos permutados, separados, forzados a vivir distintas vidas secretas. Es el caso de los hermanos mellizos Luke y Leia Skywalker, hijos biológicos de Anakin Skywalker.

Luke vivía en una arenosa granja del planeta Tattoine con sus tíos adoptivos Owen y Beru Lars, quienes lo educaron como a un hijo; en realidad Owen Lars era hermano de Obi-Wan Kenobi.
Asimismo, Leia había sido entregada por Kenobi al matrimonio Organa.
La familia Organa era una familia del más alto nivel y bastante poderosa políticamente en el planeta de Alderaan. Leia se convirtió en princesa por virtud de su linaje; nadie sabía que era adoptada. Pero era un título sin poder real, ya que Alderaan era una antigua democracia. Sin embargo, como la familia seguía siendo poderosa políticamente, Leia pudo seguir los pasos de su padre adoptivo y llegó a ser senadora. Su madre adoptiva era la ministra de Educación de Alderaan. Además, Leia se convirtió en una de las jefas de la Alianza Rebelde contra el corrupto Imperio. Y como disfrutaba de inmunidad diplomática, era un eslabón vital para obtener información para su causa. De ese modo, la princesa logró encumbrarse por sí misma; más adelante, en el séptimo episodio de la saga Star Wars, el filme El despertar de la Fuerza (The Force awakens), nos enteramos de que Leia alcanzó el grado de general en la Alianza.
La llamada Fuerza era intensa en la distinguida familia Skywalker. A lo largo de las sucesivas generaciones, la verdad, la bondad y la belleza se hacían presentes en ese antiguo linaje. Los mellizos Luke y Leia no escaparon a su destino, se entrenaron y aprendieron a ser grandes guerreros, aunando factores adquiridos y hereditarios para luchar en las batallas de la vida y salir victoriosos.



En primer plano: Su alteza real la princesa Leia Organa (Carrie Fisher)




La princesa Leia como esclava del rey Jabba el Hutt


La princesa guerrera Leia:




De uniforme de combate para nieve


Con rifle de combate:






Con pistola láser:










Retratada por Daniel E. Greene




Retrato parcial de Leia


Con espada láser:






En la trama de los demás capítulos de la saga Star Wars aparecen otros duelos memorables. Encomendamos a nuestros apreciados lectores que los detecten y nos lo comuniquen por este medio. ¡Que la Fuerza os recompense!



El despertar de la Fuerza (2015): Duelo nocturno en un bosque nevado entre los primos hermanos Rey -hija de Luke Skywalker- (Daisy Ridley) y Kylo Ren–Ben Solo -hijo de Han Solo y Leia Organa- (Adam Driver)


La expresiva heroína Rey (Daisy Ridley):




Con su bastón láser




Foto de Lucasfilm




Con la espada láser de Luke Skywalker




La actriz británica en 2015




Realidad y ficción: Ridley exhibiendo una reproducción de su personaje Rey en posición de combate y con bastón láser




Fotografiada por Gage Skidmore


El despertar de la Fuerza (2015): Escena final en la que Rey (Daisy Ridley) le entrega a Luke Skywalker (Mark Hamill) su espada:









Para poder interpretar esa simbólica escena final, transcribimos el último comentario del artículo “Viejos héroes, miradas renovadas: Star Wars: El despertar de la Fuerza, de J. J. Abrams”, de Tomás Fernández Valentí, publicado en su blog “El cine según TFV” el 27 de diciembre de 2015:

“El despertar de la Fuerza concluye, acaso también ‘inevitablemente’, con el definitivo paso de testigo entre la trilogía original y la nueva etapa de la saga ahora iniciada; y lo hace con una solemne secuencia sin diálogos donde se produce el punto de encuentro definitivo entre lo viejo y lo nuevo: el que tiene lugar entre Rey y un envejecido Luke Skywalker que, coherente con el planteamiento general de la película, se desarrolla en un escenario repleto de connotaciones míticas, o si se prefiere, mitológicas: una isla repleta de ruinas donde el viejo Maestro Jedi recupera su espada láser de manos de la que promete ser su alumna más aventajada. A fin de cuentas, Luke Skywalker ya es a estas alturas un ‘ser mitológico’, por más que se trate de una mitología creada por el cine y alimentada por la cultura popular, y ese ofrecimiento del sable láser por parte de Rey es un gesto de pleitesía de las nuevas generaciones en el cual reaparecen, de nuevo, ecos de algunas de las viejas raíces originarias de la saga galáctica de Lucas, esto es, el mito artúrico y la Tierra Media de Tolkien”.