Los Otero del pago de Bonifacio (Laguna Alsina), por Alberto N. Manfredi (h) para “Historias Curiosas”
 
Con motivo de cumplirse un nuevo aniversario del fallecimiento de don Vicente Otero, vecino caracterizado del pago de Laguna Alsina, el lunes 26 de septiembre de 1988 publiqué un aviso necrológico en la sección “Sociales” de La Nueva Provincia de Bahía Blanca. Fue una sorpresa, e incluso un honor para mí, comprobar que varios años después, el texto era reproducido casi íntegramente por el Dr. Yvon N. Sanséau en su libro Apuntes para la historia de Bonifacio. La lectura de esa obra y el recuerdo de don Vicente me impulsaron a redactar esta breve reseña, humilde homenaje a una trayectoria familiar que merece ser evocada.

Al igual que todas las naciones del mundo, cada pueblo, cada ciudad o distrito, cada provincia o región, posee familias distinguidas que constituyen en su conjunto, las elites o aristocracias locales. Incluso las instituciones y los diferentes campos del quehacer humano como la industria, el comercio, las artes, las ciencias y hasta el deporte, cuentan con ellas.

Se trata de las familias o conjunto de individuos de un mismo tronco o linaje que por su actividad, desempeño y acción, han descollado en sus respectivos medios, contribuyendo con su progreso, brillo y engrandecimiento. De hecho, su sola mención los lleva a identificarse con el medio al que pertenecen y a asociarlos inexorablemente a él.

El profesor Plinio Correa de Oliveira, brillante pensador católico de origen brasilero, afirma en su monumental obra Nobleza y elites tradicionales análogas (1), editada en varios idiomas y diferentes países del mundo:

“En esta enumeración de elites, no se debe olvidar a aquellas que propulsan la vida económica de una nación en la industria, en el comercio, funciones no sólo lícitas y dignas sino también de una evidente utilidad.
“Esto no basta por sí solo, para dotar con algún carácter de Nobleza a quienes ejercen esas profesiones. En efecto, es indispensable una particular dedicación al bien común […] para que se pueda conceder esplendor nobiliario a una élite. No obstante, cuando las circunstancias proporcionan a industriales o comerciantes la ocasión de prestar servicios notables al bien común con sacrificio de intereses personales legítimos, ese esplendor brilla también en todos aquellos que hayan desarrollado con la correspondiente elevación de espíritu, su actividad comercial o industrial. Es más, si en una familia no noble, por una feliz conjugación de circunstancias, un mismo linaje ejerce a lo largo de varias generaciones alguna de estas actividades, este mismo hecho bien puede ser tenido como suficiente para elevar dicho linaje a la condición de noble”.

Estas palabras se ajustan perfectamente al grupo familiar que vamos a
tratar; un nombre que brilló con particular destello en los partidos
de Guaminí y Daireaux a lo largo de un siglo y que se halla
estrechamente ligado a la región, su desarrollo y evolución.

Deseamos cerrar esta introducción remarcando que la historia de los pueblos es la historia de su gente y el grupo de familias que los conforman y los tienen como destacados protagonistas de su evolución y desarrollo.

Un pueblo en la Ruta del Desierto

Bonifacio es una localidad del partido de Guaminí, situada al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, en una de las regiones más fértiles del mundo, aproximadamente a 500 kilómetros de la Capital Federal y 150 del límite con La Pampa (2).



Surgido a principios del siglo XX, se le atribuye su origen a Diego Mc Clymont Ride, quien el 5 de enero de 1905 se dirigió por nota al Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires para informar que estaba a punto de colonizar 3333 hectáreas de su propiedad, contiguas a la Laguna Alsina y la recientemente inaugurada estación Bonifacio, del Ferrocarril Sud (3).

Comenzó a surgir, de ese modo un poblado que con el paso de los años se convirtió en una próspera localidad rural, que para 1925 contaba con su iglesia, su colegio, su comercio y una importante actividad agrícola y ganadera que la convirtieron en la segunda población del distrito.

Entre los años veinte y treinta, el pueblo experimentó un marcado crecimiento, consecuencia directa de la prosperidad económica que vivía el país y si bien el campo fue su principal fuente de ingresos, contó también con un comercio pujante, una incipiente industria e incluso una modesta actividad pesquera que tuvo su base en una pequeña aunque activa factoría ubicada sobre las costas septentrionales de la cercana Laguna Alsina, uno de los lugares más bellos del sudoeste bonaerense.

Esa laguna, conforma junto a las de Cochicó, Monte y Puán, el sistema de Las Encadenadas en torno a las cuales, levantaron sus tolderías pueblos aborígenes que al mando de Calfucurá primero y su hijo Namuncurá después, dieron forma al imperio de las pampas que tuvo en vilo al gobierno nacional por más de cuatro décadas.

Si bien Bonifacio está situado en una amplia región de campos llanos, médanos y lagunas, que en la segunda mitad del siglo XIX fue epicentro de la Conquista del Desierto, no podemos asegurar que en su zona de influencia se hayan producido batallas ni combates de magnitud como ocurrió en Guaminí, Carhué, Bolívar, Puán, Trenque Lauquen, Las Vizcacheras, Sierra de la Ventana y otros puntos. Aun así, la tradición oral repite que en sus inmediaciones se produjeron matanzas y hechos de sangre y eso parece confirmarlo los vestigios que de tanto en tanto, aparecen en los campos, prueba del constante paso de tribus errantes que probablemente establecieron sus toldos de manera semipermanente en las márgenes de la cercana laguna (4).

Lo que sí es seguro, es que los primeros cristianos que incursionaron por tierras de Bonifacio fueron gauchos cazadores de avestruces, codiciosos de su plumaje, que vendían a buen precio en los pueblos cercanos y hasta en la misma capital. Pero fue el gran aluvión migratorio el que trajo oleadas de pobladores a aquellas regiones incorporadas apenas veinte años antes al territorio nacional, la mayoría de origen español, italiano, francés y británico, gente productiva y vigorosa, que con su esfuerzo e iniciativa dio impulso a la colonización y la economía regional, convirtiendo a la provincia de Buenos Aires en el “granero del mundo”, junto con Santa Fe y el sudeste de Córdoba.


Laguna Alsina (foto de Juan Luis Mujica).


Una gran empresa rural

El elenco de familias tradicionales de Bonifacio cuenta con nombres que datan de aquellos lejanos días y de otros que se sumaron inmediatamente después, destacando entre ellos los de Zubillaga, Poehls, Barquín, Balfour, Alducín, Iturrería, Niven, Sanséau, Emparanza, Nieto, Fernández, Sosa Yabén, Astorga, Indavera, Matilla, Agudín, Di Carlo, De Arrién, Abadié, Luengo y muchos más.

El linaje que nos ocupa –¿y por qué no llamarlo así?– es el típico exponente de aquellas familias pioneras que se asentaban en un lugar para hacer de él su campo de acción, escenario de sus iniciativas y objeto de sus inquietudes, fundando, creando, generando fuentes de trabajo, fomentando el progreso e incentivando el desarrollo, muy distintos de aquellos otros que solamente se limitan a pasar por la vida, dejando que el tiempo transcurra y otros hagan.

Los Otero de Bonifacio no pertenecen a esta última categoría; por el contrario, han hecho de su pueblo terreno propicio en el cual pusieron en marcha numerosos emprendimientos y obras de bien.

En 1905 don Manuel Ochoa, verdadero pionero de aquella región, poseía en Andant un almacén rural denominado “El Pingo”, que atendía a su clientela en lo que fue la estancia Sauce Melú, próxima a Daireaux. Ese año, compró unos terrenos ubicados donde hoy se encuentran los campos de la señora María Claudia de Osorio y allí trasladó su negocio, que mudó dos años después al pueblo, frente a las vías del entonces Ferrocarril Sud.


De pie, desde la izquierda, Agustín S. Fernández, Rufino, Aurelio, Francisco, Santiago y Aquilino Fernández. Sentados, desde la izquierda, Vicente, Carlos, Nicanor y Alipio Otero Carro. Sentado en el centro, don Santiago Carro.

(Gentileza familia Fernández)


Por esa misma época, llegó desde España otro pionero que dejaría marcado a fuego su nombre en la región, don Santiago Carro, quien primero se conchabó en un comercio rural de similares características, en General Roca, cerca del actual dique Ballesteros y luego en Coronel Dorrego, donde se desempeñaba cuando Ochoa le propuso incorporarlo como dependiente a su negocio.

Por esos días, había llegado de la madre patria su connacional, Aurelio J. Fernández, de quien se dice era pariente, convirtiéndose ambos en la mano izquierda y derecha del propietario, compenetrándose en las faenas propias de la actividad y todo lo relacionado con las labores del campo y otro tipo de gestiones porque Ochoa, además de almacenero era propietario de tierras, economista y financista.

En 1917 don Manuel anunció que se retiraba del negocio. El mismo fue adquirido por sus dependientes, quienes dieron forma a la razón social Carro & Fernández, con la cual, a partir de ese momento, comenzaron a incrementar su actividad hasta abarcar todos los rubros relacionados con el agro.

Como la expansión del negocio lo requería, fue necesario incorporar nueva gente y llamados por ellos, cruzaron el océano Santiago, Agustín, Aquilino y Rufino Fernández, hermanos de don Aurelio y los sobrinos de don Santiago, Vicente, Alipio, Carlos y Nicanor Otero Carro, ansiosos todos por las perspectivas que se abrían ante ellos en esa parte del mundo que un siglo y medio atrás, había formado parte del vasto imperio de España, aquel donde nunca se ponía el sol.

El primero en llegar fue don Vicente, seguido inmediatamente después por sus tres hermanos (5).

En 1939 la firma se convirtió en SRL; en 1945 Santiago Carlos falleció y en los años cincuenta Aurelio y Rufino Fernández se retiraron, cediendo la propiedad a sus herederos, quienes constituyeron una sociedad de responsabilidad limitada con la que el negocio funcionaría hasta su cierre definitivo, en 1976. De esa manera, los hermanos Otero y Fernández, pasaron a ser socios gerentes de la firma, iniciando a partir de ese momento un inusitado incremento de actividades, abarcando más de una docena de rubros con los que fueron cubiertas las necesidades del hombre de campo, según se ha dicho (6).

El radio de acción del negocio se extendió a los partidos vecinos, con sucursales y depósitos en La Manuela, Casey, La Larga y Luro. En las dos primeras -como en la casa central de Bonifacio-, se vendían desde herramientas, armas, municiones, insumos de caza y pesca, electrodomésticos, materiales de construcción, sanitarios, indumentaria de trabajo (en especial del agro), bombas de agua y motores hasta tractores, máquinas cosechadoras, rastras, chimangos, remolques, discos para el arado, silos, molinos, tanques australianos, tranqueras, postes, alambrado, vigas, bebederos y mangas, sin descuidar, por supuesto, los rubros de comestibles, semillas, bebidas, artículos de limpieza, menaje y bazar, ferretería, tienda y librería comercial. Tanto en Luro como en Casey, se hacía acopio de granos, fertilizantes e insumos.

“El Pingo”, además de corralón y concesionario de tractores y maquinarias agrícolas, fue expendio de combustible, mucho antes de que se instalase en el pueblo la primera estación de servicio. Nafta, gasoil, kerosén, lubricantes de todo tipo y hasta el alcohol que utilizaban las planchas de entonces, se vendían en cantidad, lo mismo leña y carbón vegetal. Contó también con talleres propios, donde se reparaban camiones, tractores, cosechadoras, bombas, motores de todo tipo e incluso automotores. La sucursal de La Manuela, contó con una sección de zapatería y venta directa de pan, que llegaba por tren desde Guaminí y Daireaux.

“El Pingo” según pasan los años:



Almacén de Ramos Generales "El Pingo" de Carro & Fernández. Casa central de Bonifacio, década del treinta del siglo XX.



Exposición de tractores en "El Pingo" (Bonifacio). Década del treinta del siglo XX.



"El Pingo", sucursal La Manuela (fotografía: Rodolfo Pace, blog “Caminando La Pampa”).



Fin de año 1954.



Personal, clientes y amigos.



Uno de los tantos camiones de reparto. La firma tenía también la representación de Máquinas Debring y Cerveza Quilmes.



Vista parcial del salón principal. Al fondo, después de otro salón, la administración.



Final de un ciclo. El salón principal después de la liquidación.



Almanaque 1955. En la imagen, la foto de quien parece ser Juan Gálvez.

(Las seis últimas imágenes gentileza familia Fernández)


Célebres fueron los asados de fin de año que la firma organizaba en Bonifacio con empleados, clientes y vecinos y los que tenían lugar en la sucursal de La Manuela, los 30 de junio, con el cierre del balance.

Otras actividades

Carro & Fernández abarcó otros rubros, entre ellos el agro y la ganadería. La firma era propietaria de numerosas hectáreas en los alrededores del pueblo que dedicaba a la cría, el engorde y la cosecha.

Desde el 5 de marzo de 1931, la casa comenzó a explotar el Hotel “Internacional”, que luego vendió al señor Domingo Teso y desde su constitución como sociedad de responsabilidad limitada, hizo las veces de banco, financiera, compañía se seguros y gestoría (7), pues en ella depositaban sus caudales, ganaderos, chacareros y comerciantes de la zona. Por otra parte, se contrataban seguros y se efectuaban gestiones en general, sobre todo ante los diferentes consulados, dada la considerable cantidad de inmigrantes establecidos en la región. También concedía créditos, hipotecas y préstamos, tiempos en los que la palabra tenía valor y no eran necesarios garantes, ni escribanos, ni precauciones de ninguna índole.

Fue, sin duda, una empresa de envergadura que dio impulso y sostén a la zona además de constituir una importante fuente de trabajo de la que vivieron decenas de familias a lo largo de sus setenta años de existencia.

Orígenes hispánicos

Hemos dicho anteriormente, que los Otero se hallaban emparentados con sus socios, los Fernández. La familia era oriunda de Rabanal del Camino, partido judicial de Astorga, en el reino de León, donde se dice que en la Edad Media los templarios tenían un importante bastión.

Todavía en los años ochenta, los hermanos que quedaron en España poseían en la población la añeja casona ancestral, con sus gruesos muros, sus rústicos portales y sus fuertes herrajes, que utilizaban como residencia de descanso los fines de semana. Se dice que varios de sus ascendientes ocuparon importantes funciones en el pasado y que incluso el padre de todos ellos fue juez de paz de la localidad. Nosotros no hemos podido corroborar ese dato pero sabemos que de los tres hermanos que quedaron allá, la mayor, María Otero, fue monja de clausura en La Coruña, ciudad en la que vino al mundo don Vicente; que la menor, Marcelina, contrajo matrimonio con un familiar de apellido Carro y se estableció en la Plaza de Lavapiés, pleno corazón de Madrid y que Manuel Otero (“Manolo”), fue un destacado médico en la amurallada ciudad de Astorga, donde contrajo matrimonio con una dama de abolengo de la localidad y fue propietario de una clínica, además de un activo socio del club de caza local.

Presencia de los Otero en Rabanal del Camino, Reino de León:



Vicente Otero Escudero, secretario de la Junta Municipal del Censo Electoral. Santiago Carro, concejal. Boletín Oficial de la Provincia de León, n° 48, lunes 21 de marzo de 1910



Indalecio Otero Martínez, juez de paz de Rabanal del Camino. Boletín Oficial de la Provincia de León, nº 143, jueves 7 de noviembre de 1907


Cuatro hermanos distinguidos

La historia de la familia en el pago de Laguna Alsina es extensa y conocida. Don Vicente Otero fue representante en Bonifacio, del Banco de la Provincia de Buenos Aires, de la Franco-Argentina Compañía de Seguros S.A. y de los diarios La Nación y La Prensa de la Capital Federal. Hombre de vastos conocimientos contables, obtuvo en Guaminí su matrícula de balanceador y fue quien se encargaba de elaborar los balances, pagar los sueldos y liquidar impuestos. También fue un entendido en materia de granos, de ahí que su consejo fuese solicitado en reiteradas oportunidades.

Don Vicente fue un vecino progresista que plasmó el amor que sentía por su pueblo de adopción en numerosas iniciativas.

Fue fundador del Club Unión Deportiva de Bonifacio, una de las instituciones de mayor envergadura del partido, presidente de la Asociación Española de Socorros Mutuos, fundador y directivo de la Cooperativa Eléctrica y presidente de la entidad Consorcios Camineros.


Frente del Club Unión Deportiva.



Asociación Española de Socorros Mutuos de Bonifacio.


En los años veinte, pertenecía a la comisión directiva del Club Atlético Laguna Alsina junto a los señores Tiburcio Sosa Yabén y Juan Erbín. El 20 de agosto de 1929 integró con los nombrados, la comisión provisoria que propició la fusión de la entidad con el Club Atlético San Martín, representado en la oportunidad por Alfredo Ortelli, Samuel Dauwalder y Manuel Álvarez. En aquella ocasión, fueron convocados una serie de vecinos caracterizados y de esa manera, se dio forma a una de las instituciones sociales y deportivas más importantes del partido de Guaminí. Junto a ellos, firmaron el acta fundacional: el Dr. Rafael Abadié Acuña, el Dr. Roberto E. Varela, el farmacéutico Amadeo A. Yanzi Molina (8) y los señores Enrique M. Agudín, Enrique Podestá y Joaquín Barquín Arriaga (9).

Ajustados todos los detalles y aprobados los procedimientos, se eligió la primera comisión directiva, la cual quedó constituida de la siguiente manera:

Dr. Rafael Abadié Acuña, Presidente.
Dr. Roberto E. Varela, Vicepresidente.
Sr. Enrique M. Agudín, Secretario.
Sr. Alfredo Ortelli, Prosecretario.
Sr. Amadeo A. Yanzi Molina, Tesorero.
Sr. Vicente Otero, Protesorero.
Sr. Enrique Podestá, Vocal titular.
Sr. Juan Erbín, Vocal titular.
Sr. Samuel Dauwalder, Vocal titular.
Sr. Joaquín Barquín Arriaga, Vocal titular.
Sr. Manuel Álvarez, Vocal suplente.
Sr. Eudosio Iturrería, Vocal suplente.
Sr. Aquilino Fernández, Revisor de cuentas.
Sr. Donato Di Carlo, Revisor de cuentas.

Don Vicente ocupó diversas funciones en la flamante entidad y como es de imaginar, pertenecieron a la misma Carlos, Alipio y Nicanor, así como todos los miembros de la familia.

La Asociación Española de Socorros Mutuos, entidad fundada el 30 de octubre de 1910, también contó con el concurso de estos hermanos caracterizados. Vicente y Alipio Otero ocuparon la presidencia en varias oportunidades y Carlos se desempeñó como secretario por espacio de treinta y cinco años consecutivos.

En materia de progreso, don Vicente organizó la entidad Consorcios Camineros, de la que fue designado presidente por unanimidad, organismo a través del cual se llevaron a cabo importantes trabajos de pavimentación y reparación en rutas, caminos, puentes y accesos, siendo de destacar su influencia cuando el reacondicionamiento de la Ruta Provincial Nº 65.

Su hermano Carlos, activo hombre de negocios y vecino de iniciativas, fue uno de los socios fundadores del Club Unión Deportiva, al que consagraría buena parte de sus esfuerzos.

El 15 de septiembre de 1929, la institución compró 11.500 m2 de terrenos destinados a sus campos de deportes. Exactamente un año después, la comisión directiva se abocó a la tarea de elaborar sus Estatutos, con los cuales inició la tramitación de su personería jurídica (10); en 1932 se organizó el primer equipo de fútbol (clásico rival del Club Independiente de Bonifacio cuando éste fue fundado en 1960) y el 27 de julio de 1933, consiguió un local provisorio para su sede social, inaugurado con un gran asado criollo, fiesta y baile, al que asistió el pueblo entero.

Otorgada la personería jurídica en 1936, la comisión tardó otros tres años en adquirir los terrenos del señor Pedro Hiriart para edificar allí su sede definitiva. A tal efecto, se constituyó la Comisión Pro-Edificio Propio, cuya finalidad fue recaudar fondos y elaborar los planos, además de obtener la financiación y así pusieron manos a la obra para alcanzar el objetivo. La misma, estuvo integrada por:

Bernardino Poehls, Presidente.
Yvon N. Sanséau, Vicepresidente.
Aquilino Fernández, Tesorero.
Clemente Di Carlo, Vocal Titular.
Enrique M. Agudín, Vocal Titular.
Felipe de Arrién, Vocal Titular.
Luis García Yáñez (11), Vocal Suplente.
Manuel Nieto, Vocal Suplente.
Carlos Otero, Vocal Suplente.
Tiburcio Sosa Yabén, Vocal Suplente.

En la Asamblea Extraordinaria del 23 de junio de 1940 fueron aprobados los planos, así como el régimen de financiación presentado por la comisión y poco después dieron comienzo las obras. El nuevo local fue inaugurado con un gran baile el 22 de febrero de 1941, oportunidad en la que hizo uso de la palabra el Dr. Yvon Sanséau.

A partir de ese momento, la actividad de don Carlos Otero se torna más intensa y así, en 1937, lo vemos embarcado en un nuevo proyecto destinado a dotar a la institución y a través de ella al pueblo, de una biblioteca, a la sazón, la primera con la que contó Bonifacio. La comisión que se organizó para tal fin quedó constituida por:

Dr. Yvon N. Sanséau, Presidente.
Sr. Carlos Otero, Secretario.
Sr. Francisco E. Torga, Tesorero.
Sr. Celso Díaz, Bibliotecario.
Dr. Luis García Yáñez, Vocal.
Sr. Pedro Zivich, Vocal.

Abocados a la tarea de reunir fondos, se consiguieron los primeros doscientos volúmenes y eso hizo posible que la biblioteca fuera una realidad, abriendo sus puertas ese mismo año con una conferencia pronunciada en los salones del club por el Dr. García Yáñez.

Don Carlos Otero sucedió en la presidencia del Unión Deportiva a don Plácido S. Osorio, ello mientras se desempeñaba como secretario de la Asociación Española de Socorros Mutuos y tomaba parte activa en la creación de la Cooperativa Eléctrica, junto a su hermano Vicente y el Dr. Jorge Lizaso, destacado médico veterinario de la localidad (12).

Don Alipio N. Otero fue, como sus hermanos, socio gerente de Carro & Fernández y socio fundador del Club Unión Deportiva. Dirigente de la Asociación Española de Socorros Mutuos, fue presidente en varias oportunidades, así como activo miembro de otras instituciones.

Por su parte, don Nicanor tuvo a su cargo la sucursal de La Manuela, donde había fijado su residencia y era todo un referente en la zona.

¿Pariente o amigo?

En los años veinte, hubo otro portador de este apellido que también se destacó en el quehacer social e institucional del pueblo, José María Otero, propietario del viejo Hotel “Español” situado frente a la plaza, negocio que al cabo de dos décadas, transfirió a Adolfo Granda.

Hay quienes dicen que don José María estaba emparentado con los propietarios de “El Pingo” y quienes aseguran que no tenía ningún vínculo con ellos. Lo cierto es que ambas familias se trataban y participaron al mismo tiempo en diversas actividades.

Como se recordará, Carro & Fernández se hizo cargo durante varios años de la administración del Hotel “Internacional”, por lo que de confirmarse el lazo de sangre entre ellos, el rubro estuvo en manos de los Otero monopólicamente al menos por una década.

José María Otero participó en la fundación de la Asociación Española de Socorros Mutuos, el 30 de octubre de 1910, e integró con otros vecinos caracterizados el Comité Pro-Autonomía de Laguna Alsina que en la década del treinta inició gestiones para separar a Bonifacio del partido de Guaminí y dar forma a un nuevo distrito con cabecera en el pueblo. Los mentores de la iniciativa sostenían que la medida beneficiaría económicamente a la región y le daría mucho más impulso, pero la misma no contó con el apoyo necesario y terminó por fracasar. Integraban esa comisión, además de Otero, Juan José Emparanza (13), Emilio Mantel, Martín Indavera, Ángel Onofre, Aurelio Fernández, Juan Etcheverry, Benjamín Fernández, Joaquín Barquín Arriaga, Bernardino Poehls, Enrique Poehls, José A. Sanséau, César Agudín y Avelino Torga.

Otros campos de acción

La docencia fue otra actividad en la que esta familia tuvo destacada actuación.

María Emparanza de Otero, esposa de Nicanor, fue maestra de la Escuela Nº 2, al igual que sus hermanas Josefina y Sara y sus sobrinas, Magdalena y Teresita Otero Barquín, hijas de don Carlos. En los años setenta, María “Dady” Otero, esposa de Horacio, segundo hijo de don Vicente, también se desempeñó en el mismo establecimiento.

En lo que a Magdalena se refiere, fue directora del Jardín de Infantes Nº 903 y con el advenimiento de la democracia, fue electa consejera escolar por la UCR.

Parentescos y descendencia

Como suele suceder en estos casos, los Otero se entroncaron con otros hogares caracterizados de la zona. Don Vicente contrajo matrimonio con Emma Pompermayer, hija de una conocida familia de terratenientes de Arroyo Venado, con remotos orígenes austríacos. Alipio hizo lo propio con Francisca Pompermayer (“Paquita”), hermana de la anterior (14) y fueron padres de Inés, quien contrajo matrimonio y se radicó en Buenos Aires. Carlos se casó con Bernarda Barquín, unión de la que nacieron Teresita Otero Barquín y Magdalena Otero de Monsalvo, mencionadas anteriormente; Nicanor contrajo matrimonio con María Emparanza, hija del farmacéutico Juan José Emparanza, a quien Bonifacio le debe, entre otras cosas, su Hospital (15), y tuvieron tres hijos.

Vicente Otero y Emma Pompermayer fueron padres de tres varones, Ricardo Vicente, Horacio y Roberto, el último, destacado arquitecto radicado en Buenos Aires. Los dos primeros trabajaron varios años en Carro & Fernández, sobre todo el segundo quien al fallecer su padre, tomó la representación de la Franco-Argentina hasta que la compañía quebró en los noventa. En cuanto a Ricardo, llegó a ser vicepresidente del Club Náutico y de Pesca de Laguna Alsina y secretario de la Cooperativa Eléctrica.

Final de un ciclo

Después de siete décadas de positiva existencia, Carro & Fernández acusó los efectos de las reiteradas crisis desencadenadas por los ineptos gobiernos que se sucedieron a partir de 1970 y de esa manera, una a una, las distintas sucursales fueron cerrando sus puertas. Casey lo hizo en 1971, La Larga en 1973, La Manuela en 1974 y finalmente Bonifacio en 1976.

Don Vicente Otero falleció en 1983; Carlos lo hizo un año antes y Nicanor hacia 1985, en Bahía Blanca, donde se había radicado con su familia.

De aquella gran familia sólo quedaban en el pago, al comenzar el nuevo siglo, el anciano Alipio, que falleció nonagenario en el año 2009 y sus sobrinas Magdalena y Teresa Otero Barquín.

Hoy, el apellido tiende a desaparecer de Bonifacio aunque perdurará en sus obras y emprendimientos. Serán los vecinos, sus descendientes y los futuros pobladores los encargados de evitar que su memoria se pierda, lo mismo la de tantos otros pioneros que bregaron por su progreso y desarrollo.

Afortunadamente, existen personas que se ocupan de rescatar los hechos del pasado, evitando que el legado de tanta gente caiga en el olvido. El libro del Dr. Yvon N. Sanséau, Apuntes para la historia de Bonifacio, editado en Bahía Blanca en 1996, preservará para las generaciones venideras la amplia trayectoria de este distinguido hogar que ha merecido nuestra evocación. Quizás algún día, el apellido Otero vuelva a sonar en Bonifacio, quizás no, pero los historiadores y memoriosos mantendrán latente su recuerdo, verdadero orgullo para el terruño y sus herederos.

Hoy se alzan en el pueblo y sus alrededores, el ruinoso edificio de Carro & Fernández, el Club Unión Deportiva, la Biblioteca, la Asociación Española, la Cooperativa de Electricidad, el Club Náutico, rutas, puentes, caminos y lo que fueron las vastas extensiones de tierra de la empresa, pruebas palpables de una gesta que tuvo como protagonista a aquella ilustre familia de origen leonés.


De izquierda a derecha: Nicanor Otero, Pocholo Giménez (pariente a través de los Pompermayer), Horacio Otero (segundo hijo de don Vicente), Carlos y Alipio Otero en casa de la familia Álvarez, Punta Chica, 1960.



Compromiso de Ricardo Otero y Lilia Álvarez. En la fotografía, desde la izquierda, junto a los novios, don Vicente Otero, Noemí De Cenzo de Álvarez, Emma Pompermayer de Otero y Augusto Álvarez. Punta Chica, partido de San Fernando, 1960.


Notas

1. Tomo I, Parte I, Capítulo I, “Deshaciendo objeciones previas”, apartado II, “La Nobleza: una especie dentro del género élites tradicionales”.
2. El nombre del pueblo es Laguna Alsina. Bonifacio es el de la estación, sin embargo, este último se ha generalizado hasta identificarlo como el de la localidad.
3. Tres líneas ferroviarias conducían a Carhué; el Ferrocarril Roca, el Sarmiento y el Belgrano.
4. http://lavozdelahistoria.blogspot.com.ar/2014/04/ceferino-namuncura-de-principe-de-las.html
5. Tras su partida, nacieron en España otros dos hermanos, Manuel y Marcelina, a quienes conocerían sesenta años después.
6. Don Santiago Carro falleció en 1945.
7. La casa era representante en Bonifacio del Banco de la Provincia de Buenos Aires y de la Franco-Argentina Compañía de Seguros S.A.
8. Don Amadeo Yanzi Molina estaba entroncado con el extenso linaje de don Juan Fernández de Molina, del que descienden numerosas familias patricias argentinas.
9. Cuñado de don Carlos Otero, era hijo de Joaquín Barquín Ruiz, terrateniente y ganadero de la zona, propietario de la estancia “La Petrona”, que heredó de su suegro Juan de Dios Arriaga.
10. Le fue otorgada por el Superior Gobierno de la Nación el 4 de junio de 1936.
11. Médico oriundo de la localidad de San Fernando, su hijo, de igual nombre y apellido, formó parte del seleccionado nacional de rugby Los Pumas, en los años sesenta.
12. El Dr. Jorge Francisco Lizaso fue un caracterizado vecino de Bonifacio. Participó en la creación del colegio secundario de la localidad, del que fue profesor de Física, Biología e Informática. Fundador del Club Náutico y de Pesca de Laguna Alsina y de la Cooperativa de Electricidad, fue presidente de ésta última y de la Biblioteca Popular, durante un período.
13. Suegro de Nicanor Otero.
14. Una tercera Pompermayer, María, contrajo matrimonio con Aurelio José Fernández, emparentando a ambas familias por tercera vez.
15. Una calle del pueblo, así como un pabellón del Hospital llevan su nombre. Su hijo, Juan José Emparanza, fue también farmacéutico.