Wilde, entre bisturíes, flores y floretes
 
En 1869 el avanzado estudiante de Medicina Eduardo Wilde ha dejado el periodismo combativo, pero practica esgrima en la concurrida sala de armas de los altos de Maipú 174, donde reina Andrés Cesáreo, el maestro gibraltareño que conoció en sus días de estudiante del Colegio de Concepción del Uruguay, famoso desde los tiempos de Rosas por su manejo del florete, la excelencia de sus gallos de riña y su amor a los perros (1).

Hace rato que Wilde es uno de sus mejores alumnos, infaltable en los asaltos públicos de los sábados. Tanto que cuando, por motivos políticos, el gobernador Adolfo Alsina lo destituyó del Boletín Oficial de la provincia de Buenos Aires, La Nación Argentina del 3 de junio de 1868 se burló de su cronista en una noticia de esgrima, diciendo:

“Antes de concluir nuestra tarea queremos averiguar un incidente extraordinario. ¿Y el infaltable e incansable tirador Wilde adonde está? Van dos asaltos que no aparece por la sala. ¡Cuidado, amigo Wilde, no me lo estén entreteniendo por ahí con pintas [fintas] y tiempos falsos! ¡Cuidado! No le vayan a hacer un descubrimiento falso, para tomarle el tiempo antes de partir a fondo. Ya sabe vd. que el florete es arma celosa. Mejor y menos expuesto es entretenerse en la sala de armas. No pierda el consejo” (2).

En 1870, en la Revista Argentina –fundada por Pedro Goyena y José Manuel de Estrada–, escudándose tras el seudónimo “Touche-a-tout”, Wilde escribirá una encantadora descripción de su maestro de armas:

“A primera ojeada Cesáreo parece un anciano respetable y nada más; pero examinado a fondo se llega a conocer que es todo lo contrario. No hay un solo hombre en la tierra a quien le venga mejor el ser examinado a fondo que a Cesáreo.
“De pie y sin florete Cesáreo es una cosa; a fondo y con florete es otra muy diferente.
“El conocido maestro visto a fondo no es un anciano agobiado por los años, sino un joven lleno de agilidad y de vida. […]
“Cesáreo es gibraltarino, pero para él la cuestión de nacionalidad se halla escondida tras de su asalto. No un asalto de Gibraltar sino de florete.
“Su estandarte es un estoque, su carta de ciudadanía, una careta. Sus derechos y sus obligaciones están encarnados en un perro y varios gallos.
“No se sabe cuándo ha nacido; su fe de bautismo no debe hallarse en los libros parroquiales sino en algún tratado de esgrima. La primera vez que se le vio en el mundo estaba en guardia, la segunda a fondo y la tercera en un circo de gallos. En estas tres situaciones, el viejo maestro estaba invariablemente acompañado de su perro.
“Cesáreo ha viajado mucho; su perro y sus gallos han corrido largas caravanas. […]
“Su existencia habría sido la del más feliz de los mortales, si con los años no se hubiese visto obligado a añadir a estos tres elementos que formaban su patria, sus costumbres y su religión, un par de anteojos. Cualquiera pensará que los anteojos le fueron impuestos a Cesáreo por las necesidades de la esgrima, pero se llevará un solemne chasco. Su vista decaía y disminuía por consiguiente su inefable placer de contemplar sus gallos, por medio del rey de los sentidos. Entonces un par de anteojos vino a ser la tabla de salvación de un hombre que tiene parte de su vida comprometida en la riña de aves domésticas. […]
“Ha sido, es y será maestro de cuantos jóvenes han pasado, pasan o piensan pasar por la época en la cual el deseo de aprender esgrima, se convierte en una manía. En cada uno de estos discípulos el viejo ha dejado un amigo para siempre. Una generación de gallos y los funerales de algún perro han marcado el pasaje de una generación de jóvenes […]
“Él educa jóvenes para que con sus armas en la mano defiendan sus pasiones y su honor. Pero al mismo tiempo educa gallos para que diriman las cuestiones de su casta en la arena de los circos. De modo que todos los jóvenes de Buenos Aires, sin pensarlo ni quererlo, han sido fatalmente condiscípulos de algún gallo.
“Sarmiento, Mitre y Vélez Sarsfield, que han aprendido florete con Cesáreo, han tenido por condiscípulos a gallos de varias nacionalidades y plumajes. Mitre fue condiscípulo de un gallo giro, según me ha dicho Cesáreo, que cuenta las épocas por sus gallos y los grandes acontecimientos por sus perros. Sarmiento recibía lecciones al mismo tiempo que un gallo de mala ralea y Vélez Sarsfield se educaba en esgrima junto a un gallo negro, criollo y salidor de buena casta…” (3).

Siendo ya médico –doctorado el 24 de marzo de 1870– y profesor de esgrima, en 1872 Wilde practica aquel noble y difícil arte con sus discípulos.

Más adelante el doctor Eduardo Wilde le dedicará más tiempo a la esgrima de la pluma y a la pedana de la política, donde entablará rudos combates esgrimiendo dos armas letales: la inteligencia y el humor (4).

Notas

1. Hasta alrededor de mediados de 1868 Cesáreo, asociado a Des Perríeres, tenía su sala de armas en Perú 82. En aquel tiempo la sociedad se disolvió y mientras Des Perríeres quedó en la calle Perú, Cesáreo abrió la nueva sala de la calle Maipú, espaciosa y elegante. En 1858, cuando Wilde ingresa en el Colegio de Concepción del Uruguay de Entre Ríos, el maestro Falconier fascinaba con su manejo del sable y del florete en las horas de esgrima. MAXINE HANON, Eduardo Wilde. Una historia argentina…, Buenos Aires, Ediciones Klameen, 2013, t. 1, p. 78.
2. HANON, op. cit., pp. 174-175.
3. Ibídem. La autora dice que la descripción de Cesáreo figura en: EDUARDO WILDE, Obras Completas, v. XI, Tiempo Perdido, pp. 98-99. Cesáreo tuvo un reñidero de gallos en Concepción del Uruguay.
4. Wilde procede como los cirujanos, hunde el bisturí en la llaga y luego la suaviza con el bálsamo, y sus discusiones, a la vez divertidas y serias, son un sainete en el cual la profundidad se esconde bajo la forma graciosa y amena. Lo dice el célebre periodista francés Lucien Choquet en El Mosquito del 24 de marzo de 1878 al hacer la crítica de Tiempo Perdido, una recopilación en dos volúmenes de trabajos médicos y textos literarios de Wilde que habían aparecido en distintos periódicos. HANON, op. cit., pp. 244 y 246.

Epílogos

Las flores macabras

En la primavera de 1864 Wilde se había instalado, cama adentro, como practicante del Hospital, donde también funcionaba la escuela médica, frente a San Pedro Telmo.
Los sitios más agradables del viejo edificio eran sus grandes patios arbolados y solitarios, donde Wilde, que amaba las violetas, los jazmines y todas las flores del mundo, había creado un jardín.
Los Estrada solían comentar que en ese jardín hacía reír a las flores brotadas entre el dolor y la muerte, y que las cortaba con el mismo bisturí de sus operaciones. Y no sólo cortaba flores con bisturí, sino que las clavaba en el pecho de los cadáveres.
El mismo Wilde cuenta que cuando entraba en la sala de anatomía, luego de quitar la sábana que cubría los cadáveres del depósito tomaba los ramitos de flores que le daban las niñas del vecindario, y para no tenerlos en su ojal, abría uno en el pecho del cadáver y colocaba en él las flores que, a favor de la humedad de la herida, se conservaban admirablemente. Así el envoltorio dejaba de ser terrorífico, y el muerto presentaba un cuerpo y un semblante simpático; ya no inspiraba temor, y transportado a la mesa de disección se dejaba cortar mansamente. Concluida la disección, el ramito previamente lavado, volvía al ojal del que había salido. (HANON, op. cit., pp. 142-143).

Los asaltos de Cesáreo

Tengamos presente que, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la actividad deportiva se reducía al patinaje sobre ruedas y a cuadreras en la campaña, ya en la pedana de maestros extranjeros del valor de Cesáreo se cimentaba el futuro de la esgrima nacional. En Buenos Aires Cesáreo luce su arte en infinidad de asaltos como los siguientes:

“En la espaciosa y elegante sala de armas del acreditado profesor Cesáreo, director de la escuela de armas del Colegio Nacional, tendrá lugar un gran asalto el sábado próximo a las 8 de la noche.
“Tenemos motivo para creer que el asalto será concurridísimo, pues nos consta que el maestro Cesáreo se empeña en invitar a nuestros mejores tiradores. No faltar, pues, el sábado a la sala de armas de Cesáreo, calle de Maipú núm. 174”. (“Esgrima”, Nación Argentina, Buenos Aires, 12 de agosto de 1869, Noticias diversas, p. 2).

“El maestro Cesáreo dará un asalto público en su sala de armas calle de Maipú núm. 174 el viernes próximo, 24 del corriente a las ocho de la noche.
“Recomendamos a los aficionados a la esgrima este útil y divertido entretenimiento.
“Debe estar muy concurrido el acto, pues se han comprometido a asistir tiradores muy fuertes, como los Sres. Turner, Señorans, Dr. Costa, Paunero, Carboni, Posa, Gugliolo, Mr. Pardalié y otros.
“Los aficionados a la esgrima no deben faltar”. (“Esgrima”, Nación Argentina, Buenos Aires, 23 de septiembre de 1869, Noticias diversas, p. 2).