Under a curse… Nada ni nadie detiene las demoliciones en Banfield… Y en Adrogué, por el Dr. Oscar Andrés De Masi
 
Nada ni nadie detiene las demoliciones de casas de antaño en el partido de Lomas de Zamora y, ahora también, en Almirante Brown. En este caso, nos referiremos a las localidades de Banfield y de Adrogué.

En el mes de abril del año pasado comentamos la rápida y completa demolición de un chalet pintoresquista del constructor local F. Rossi, situado en la calle Capello al 100, en Banfield. Al cabo de un tiempo, también cayó abatido su chalet vecino hacia el Oeste. Ambas casas guardaban una correcta escala y dialogaban un mismo lenguaje expresivo, tan identitario para esa zona. Ya nada queda de ellos.

Apenas a doscientos metros, en la avenida Hipólito Yrigoyen nº 7930, fue demolida una vivienda “racionalista” de dos plantas. Como señalamos entonces, no era, quizá, un ejemplar esplendoroso de la arquitectura local, pero guardaba correspondencia epocal y de lenguaje con un par de viviendas en la vereda opuesta de la avenida. Se trata del acelerado cambio degradante que experimenta el paisaje urbano del partido de Lomas de Zamora, trasegado por una constante: el repudio al pasado, la supresión de la memoria edificada del distrito y su canje por un presente advenedizo, desarraigado de las tradiciones locales y despojado de todo abolengo. Así están las cosas…

Ahora le tocó el turno a una bella y singular residencia en la esquina de Larroque y Manuel Castro (en los confines del Barrio Parque Martínez), de lenguaje Neoespañol o Neocaliforniano o Mission Style o Santa Fe Style, como Ustedes prefieran rotularlo. De chicos la llamábamos “la casa de Don Diego de la Vega” o “la casa del Zorro”, por lo que suponíamos que era su semejanza con las “haciendas” de la California española (Los Ángeles, Monterrey) que veíamos en la serie de TV “El Zorro”.


Foto OADM (2013)


La armonía de volúmenes y de líneas del edificio iba acorde con detalles muy logrados, como el imafronte-portal, el mirador, la claustra, la galería, con su “poyo” corrido revestido en hermosas mayólicas árabe-andaluzas, del tipo que fabricaba la casa Ramos Rejano… Nada queda en pie. Fue arrasada por sus nuevos dueños, quienes, seguramente, desprecian el valor patrimonial de aquel edificio e ignoran las invariantes históricas de aquella arquitectura y de aquel paisaje identitario. ¿Qué rol le cabe, en estos casos, al “Programa Patrimonio Lomas”? Vaya uno a saber. ¿Qué se levantará en su lugar? Es fácil imaginar (según la experiencia que se viene reiterando casi infaliblemente en la zona) que será un nuevo adefesio.


Foto OADM (2013)


Y cuando pensábamos que Adrogué venía preservando un poco más que Banfield los valores de su arquitectura tradicional, nos enteramos de la demolición, con la velocidad del relámpago, de una casa de Della Paolera, de estilo anglo, en pleno casco histórico, en la calle Brown 1297. Cerca de allí sobreviven un par de casas proyectadas en unidad de lenguaje por el arquitecto Mario Buschiazzo. ¿Correrán la misma suerte algún día?


Foto cortesía CR (2019)


Se dice que la demolición no contó con permiso municipal, ya que existía una protección de conjunto. ¿Fue burlado el poder de policía edilicio de la Municipalidad? El concejal opositor Carlos Regazzoni fue uno de los pocos que se quejaron en voz alta. También lo hicieron algunos vecinos, en las redes sociales.

Por su parte, el apellido Della Paolera (ya se trate del ingeniero Carlos María, ya del constructor Cayetano) tiene una estimada resonancia local.


Foto cortesía CR (2019)


Las dos casas demolidas que venimos comentando eran edificios de valor patrimonial, de discreta belleza, de óptima calidad constructiva. Agregaban valor estético al paisaje urbano de su emplazamiento. Y para los lugareños de Banfield y de Adrogué, se cargaban de aquellas nostalgias asociadas a nuestro propio pasado y que son el meollo de nuestra memoria identitaria.

Las destrucciones llevadas al extremo de la “desaparición” (y utilizamos esta palabra, conscientes de su carga histórica y moral en nuestro medio argentino…) de ambas casas son un daño irreparable para los barrios en que se ubicaban. Si gana un inversor (en términos de renta inmobiliaria) lo hace a expensas de la pérdida para la comunidad, en esa cadena de valor social que llamamos la cultura, y cuyo eslabón frágil es el patrimonio y sus componentes asociados, materiales e inmateriales, edificados o naturales.

Ante las dos deplorables pérdidas, sostengamos estas cuatro verdades, con la fuerza de un manifiesto:

1. Las casas históricas demolidas son un recurso no renovable.
2. La buena arquitectura demolida no tiene reemplazo.
3. Los árboles y jardines antiguos abatidos tardarán mucho en crecer nuevamente.
4. Un paisaje urbano degradado no se recupera ni pronto, ni fácilmente, ni a bajo costo.

¿Serán capaces de entenderlo de una vez quienes, investidos de autoridad municipal y representación popular, deberían velar por aquellos valores con los cuales se construye la identidad común y la calidad de vida del conjunto local?


Foto OADM (2013)